martes, 20 de agosto de 2013

ESTRELLAS EN MI CORONA


Vengo pronto. Atérrate a lo que tienes, para que nadie te quite la corona. Apocalipsis 3:11

El gran acontecimiento de mi encuentro final con Dios en la tierra nueva siempre deambula por mi mente. Con los ojos de la imaginación me parece que puedo visualizar el momento en que las manos del Salvador coloquen sobre mi cabeza esa corona que tiene preparada especialmente para mí. ¡Qué momento tan sublime será aquel! Me aferró fuertemente a la esperanzadora promesa que hemos recibido como súbditos del reino eterno: “Cuando aparezca el Pastor supremo, ustedes recibirán la inmarcesible corona de gloria” (1 Pedro 5:4).

¡Una corona de gloria! Esa será la recompensa visible de la fidelidad que hayamos brindado a Dios a lo largo de nuestra vida terrenal. No sé si todas las coronas serán iguales, pero si tomamos en cuenta que Dios conoce la naturaleza de la mujer, me imagino que pondrá un detalle especial en las coronas preparadas para sus hijas. ¿No te parece que tendría lógica?

¿Cómo serán las estrellas que adornarán tu corona y la mía? Elena de White escribió al respecto: “Vi después un gran número de ángeles que traían de la ciudad brillantes coronas, una para cada santo, cuyo nombre estaba inscrito en ellas” (Eventos de los últimos días, cap. 19, p. 237).

Cada estrella representa las almas que hemos ayudado a salvar. Representan a todas aquellas personas que la vida y las circunstancias pusieron en nuestro camino, y que finalmente llegaron al cielo gracias, entre otras cosas, a nuestra influencia positiva. Las estrellas serán una señal que los redimidos llevaremos sobre nuestra cabeza. Mostrarán objetivamente el amor compasivo que brindamos a nuestros semejantes de una manera práctica. Brillarán por la eternidad y nos recordarán el esfuerzo que hicimos, con el poder de Dios, para rescatar a los pecadores de la muerte eterna.

¿Cuántas estrellas deseas que tenga tu corona? Entonces, trabaja arduamente ahora para recibirlas después. Mira a tu alrededor. ¡Ese es tu campo de acción!

Esas almas hoy perdidas, son las que harán brillar tu corona si las ayudas a acudir a Cristo.

Comencemos ahora, en Jerusalén, y luego en Samaria. En nuestra casa, en nuestra familia, en nuestro entorno. Si trabajas por el Señor, podrás decir con seguridad como el apóstol: “Por lo demás me espera la corona de justicia que el Señor, el juez justo, me otorgará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que con amor hayan esperado su venida” (2 Timoteo 4:8).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado

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