Por tercera vez Jesús le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?”
A Pedro le dolió que por tercera vez Jesús le hubiera preguntado: “¿Me
quieres?” Así que le dijo: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero”
(Juan 21:17).
Siempre
es posible perdonar a quien nos ha hecho daño. De hecho, la Biblia requiere
que, por nuestro propio bien, perdonemos a los que nos han ofendido, sin
importar la gravedad de la herida que hayamos sufrido, o si la persona pide o
desea el perdón. Es unilateral y sana al que lo otorga.
La
reconciliación, sin embargo, no siempre es posible. La reconciliación depende
de dos personas y ambas necesitan invertir mucho en el proceso para que se
produzca. ¿Cuándo es posible la reconciliación y la renovación de una amistad
profunda?
Lewis
B. Smedes enuncia cuatro condiciones:
•
Primera: se debe comprender y aceptar la realidad del daño. Quien hizo el daño
debe reconocer que hubo sufrimiento, que fue injusto y profundo. Hay quienes
lastiman a otros sin darse cuenta. Mientras no lo acepten, no habrá
reconciliación genuina. El reconocimiento de la falta contribuye a la
reparación del daño causado.
•
Segunda: quien hirió debe sentir la herida que causó. No es suficiente un
asentimiento intelectual del problema. Debe sentir el dolor que causó.
•
Tercera: al dialogar tiene que actuar con sinceridad. El diálogo establece el
foro, el espacio en el que ocurre la reconciliación. Debe haber disposición a
escuchar el relato del herido y tratar de entenderlo con sinceridad. El que fue
herido también debe asegurarse de que el otro ha comprendido.
•
Cuarta: debe haber sinceridad en cuanto a un futuro común. Esto incluye una
promesa de que quien hizo daño no volverá a herir nunca más.
La
experiencia de José nos proporciona un ejemplo muy útil al respecto. Él había
perdonado a sus hermanos y renunciado a la venganza antes de que ellos se
aproximaran.
Cuando
llegaron, sin embargo, José no se dio a conocer a ellos inmediatamente. Quería
saber si habían cambiado. Los probó para saber si era posible una
reconciliación. Jesús hizo lo mismo.
Los
cuatro elementos mencionados no se dan con facilidad. Es un proceso difícil que
requiere mucho amor en el que perdona y humildad en el ofensor. También
requiere tiempo.
Y
no siempre es perfecto, porque nadie lo es. ¡Pero es posible! Dios hoy puede
obrar un milagro en tu vida. ¿Qué dices?.
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