Porque no tenemos un sumo
sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue
tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Hebreos 4:15.
Cuando el ministerio de Cristo estaba por
comenzar, recibió el bautismo de manos de Juan. Al salir del agua, se inclinó
en la ribera del Jordán y ofreció al Padre una oración que el cielo nunca había
escuchado antes... Los cielos se abrieron, y una paloma, con la apariencia de
oro bruñido, se posó sobre Jesús. Y de los labios del Dios infinito se
escucharon las palabras: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”
(Mateo 3:17).
Esta respuesta visible a la oración del Hijo
de Dios tiene un profundo significado para nosotros...
Todos pueden encontrar reposo, paz y
seguridad al enviar sus oraciones a Dios en el nombre de su amado Hijo. Así
como los cielos se abrieron a la oración de Cristo, también se abrirán a
nuestras oraciones...
Jesús fue llevado desde el Jordán hasta el
desierto de la tentación. “Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta
noches, tuvo hambre. Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios,
di que estas piedras se conviertan en pan” (Mateo 4:2, 3)...
Adán fracasó en el asunto del apetito, y
Cristo debía triunfar en esto. El poder que descansó sobre él venía
directamente del Padre, y no debía ejercerlo en su propio beneficio... Hizo
frente y resistió al enemigo con la fuerza de un “Así dice el Señor”. “No solo
de pan vivirá el hombre –dijo– sino de toda palabra que sale de la boca de
Dios” (vers. 4)...
La experiencia de Cristo es para nuestro
beneficio. Su ejemplo al vencer el apetito señaló el camino para que los que lo
siguieran pudieran vencer.
Cristo estaba sufriendo como sufren los
miembros de la familia humana bajo la tentación. Pero, no era la voluntad de
Dios que él ejerciera su poder divino en su propio beneficio. Si no hubiera
sido nuestro representante, la inocencia de Cristo lo habría librado de toda
esta angustia; pero fue a causa de su inocencia que sintió tan intensamente los
asaltos de Satanás. Todo sufrimiento, que es resultado del pecado, se volcó en
el seno del inmaculado Hijo de Dios. Satanás estaba hiriendo el talón de
Cristo; pero toda angustia soportada por Jesús, toda tristeza, toda inquietud,
estaba cumpliendo con el gran plan de la redención del hombre. Todo golpe infligido
por el enemigo estaba repercutiendo sobre él mismo. Cristo estaba hiriendo la
cabeza de la serpiente – Youth’s Instructor, 21 de diciembre de 1899;
parcialmente en Mensajes selectos, t. 3, pp. 144, 145.
Tomado de Meditaciones Matutinas para
adultos 2013
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
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