jueves, 15 de agosto de 2013

VENCIENDO COMO CRISTO VENCIÓ


Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Hebreos 4:15.

Cuando el ministerio de Cristo estaba por comenzar, recibió el bautismo de manos de Juan. Al salir del agua, se inclinó en la ribera del Jordán y ofreció al Padre una oración que el cielo nunca había escuchado antes... Los cielos se abrieron, y una paloma, con la apariencia de oro bruñido, se posó sobre Jesús. Y de los labios del Dios infinito se escucharon las palabras: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17).

Esta respuesta visible a la oración del Hijo de Dios tiene un profundo significado para nosotros...

Todos pueden encontrar reposo, paz y seguridad al enviar sus oraciones a Dios en el nombre de su amado Hijo. Así como los cielos se abrieron a la oración de Cristo, también se abrirán a nuestras oraciones...

Jesús fue llevado desde el Jordán hasta el desierto de la tentación. “Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan” (Mateo 4:2, 3)...

Adán fracasó en el asunto del apetito, y Cristo debía triunfar en esto. El poder que descansó sobre él venía directamente del Padre, y no debía ejercerlo en su propio beneficio... Hizo frente y resistió al enemigo con la fuerza de un “Así dice el Señor”. “No solo de pan vivirá el hombre –dijo– sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (vers. 4)...

La experiencia de Cristo es para nuestro beneficio. Su ejemplo al vencer el apetito señaló el camino para que los que lo siguieran pudieran vencer.

Cristo estaba sufriendo como sufren los miembros de la familia humana bajo la tentación. Pero, no era la voluntad de Dios que él ejerciera su poder divino en su propio beneficio. Si no hubiera sido nuestro representante, la inocencia de Cristo lo habría librado de toda esta angustia; pero fue a causa de su inocencia que sintió tan intensamente los asaltos de Satanás. Todo sufrimiento, que es resultado del pecado, se volcó en el seno del inmaculado Hijo de Dios. Satanás estaba hiriendo el talón de Cristo; pero toda angustia soportada por Jesús, toda tristeza, toda inquietud, estaba cumpliendo con el gran plan de la redención del hombre. Todo golpe infligido por el enemigo estaba repercutiendo sobre él mismo. Cristo estaba hiriendo la cabeza de la serpiente – Youth’s Instructor, 21 de diciembre de 1899; parcialmente en Mensajes selectos, t. 3, pp. 144, 145.

Tomado de  Meditaciones Matutinas para adultos 2013
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White

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