jueves, 29 de agosto de 2013

SIN DOLOR NO HAY CRECIMIENTO


Él los mantendrá firmes hasta el fin, para que sean irreprochables en el día de nuestro Señor Jesucristo. 
1 Corintios 1:8

Aunque no hemos sido creadas para sufrir, reconocemos que el dolor puede llegar a nuestras existencias como consecuencia del pecado. No obstante, es en la escuela del dolor donde aprendemos las mayores lecciones de la vida. Ocasionalmente, cuando las aflicciones llaman a la puerta, experimentamos sentimientos y emociones devastadores que incluso podrían hacernos dudar de la bondad de Dios, y de los buenos planes que tiene para cada uno de sus hijos y de sus hijas.

El Señor no es el autor del dolor. Muchas veces somos afligidas y pasamos por pruebas de fuego que a la larga harán de nosotras mejores personas y mejores cristianas. “Ya saben que la prueba de su fe produce constancia. Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada” (Santiago 1:3-4).

El gran consuelo consiste en saber que si Dios está con nosotras, cuando lleguen las pruebas, saldremos de ellas grandemente bendecidas y fortalecidas. La prueba de la fe en Dios es superada y nuestra vida enriquecida. ¿Acaso habrá mayor bendición que esa? Toda la gracia del Cielo está a nuestra disposición y podemos exclamar como el apóstol: “Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren” (2 Corintios 1:3-4).

La intención de Satanás es motivarnos a que neguemos la eficacia del poder de Dios y de sus promesas cuando la aflicción llega. En esos momentos, podemos llegar a sumergimos en un mar de dudas y correr el peligro de que esas dudas nos ahoguen. Podemos llegar a ser víctimas de la conmiseración y buscar inspirar lástima como nuestro único y mejor consuelo.

Amiga, en caso de que te encuentres acorralada por un sinfín de problemas y aflicciones, y de que estés buscando una salida sin encontrarla, recuerda que Dios está a tu lado. Confía en él, suplica que te dé fortaleza con todo el poder de tus sentidos y de tu corazón y finalmente, espera en él. Él actuará a tu favor y serás una mujer no solamente delicada como el pétalo de una flor, sino también fuerte y de decisiones firmes en el nombre del Señor.


Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado


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