Él los mantendrá firmes hasta el fin, para que sean irreprochables en
el día de nuestro Señor Jesucristo.
1 Corintios 1:8
Aunque
no hemos sido creadas para sufrir, reconocemos que el dolor puede llegar a
nuestras existencias como consecuencia del pecado. No obstante, es en la
escuela del dolor donde aprendemos las mayores lecciones de la vida. Ocasionalmente,
cuando las aflicciones llaman a la puerta, experimentamos sentimientos y
emociones devastadores que incluso podrían hacernos dudar de la bondad de Dios,
y de los buenos planes que tiene para cada uno de sus hijos y de sus hijas.
El
Señor no es el autor del dolor. Muchas veces somos afligidas y pasamos por
pruebas de fuego que a la larga harán de nosotras mejores personas y mejores
cristianas. “Ya saben que la prueba de su fe produce constancia. Y la
constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e
íntegros, sin que les falte nada” (Santiago 1:3-4).
El
gran consuelo consiste en saber que si Dios está con nosotras, cuando lleguen
las pruebas, saldremos de ellas grandemente bendecidas y fortalecidas. La
prueba de la fe en Dios es superada y nuestra vida enriquecida. ¿Acaso habrá
mayor bendición que esa? Toda la gracia del Cielo está a nuestra disposición y
podemos exclamar como el apóstol: “Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela
en todas nuestras tribulaciones para que con el mismo consuelo que de Dios
hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren” (2
Corintios 1:3-4).
La
intención de Satanás es motivarnos a que neguemos la eficacia del poder de Dios
y de sus promesas cuando la aflicción llega. En esos momentos, podemos llegar a
sumergimos en un mar de dudas y correr el peligro de que esas dudas nos
ahoguen. Podemos llegar a ser víctimas de la conmiseración y buscar inspirar
lástima como nuestro único y mejor consuelo.
Amiga,
en caso de que te encuentres acorralada por un sinfín de problemas y
aflicciones, y de que estés buscando una salida sin encontrarla, recuerda que
Dios está a tu lado. Confía en él, suplica que te dé fortaleza con todo el
poder de tus sentidos y de tu corazón y finalmente, espera en él. Él actuará a
tu favor y serás una mujer no solamente delicada como el pétalo de una flor,
sino también fuerte y de decisiones firmes en el nombre del Señor.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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