En el seno de tu hogar, tu esposa será como vid llena de uvas;
alrededor de tu mesa, tus hijos serán como vástagos de olivo. Salmo 128:5
En
las Sagradas Escrituras se presenta a una generación especial de mujeres.
En
Éxodo 1:19 encontramos la respuesta que las parteras de Egipto dieron al faraón
cuando les preguntó cómo era la situación de las mujeres hebreas: “Resulta que
las hebreas no son como las egipcias, sino que están llenas de vida y dan a luz
antes de que lleguemos” (Éxodo 1:19). ¡Aquellas eran mujeres de gran fortaleza!
Las
que somos madres, sabemos que dar a luz es un episodio difícil. El dolor físico
es tan intenso que únicamente el amor que se siente por el hijo ayuda a pasar
por dicho trance. El diseño que Dios utilizó al crear a la mujer es único.
La
dotó de una inmensa capacidad de ternura, aunque también de una fortaleza
extraordinaria. Únicamente una madre puede pujar hasta entregarlo todo para que
su hijo nazca. Solo ella puede permanecer más de veinte horas sin dormir con el
fin de cuidar de su retoño.
Muchos
estudios afirman que, comparada con el hombre, la mujer tiene una mayor
capacidad de resistencia. Jocabed cuidó del pequeño Moisés y manifestó gran
valor cuando llegó el momento de entregar al hijo de su alma a la hija del
faraón. María tuvo las fuerzas para ver a su hijo pendiendo de una cruz y
conservar su equilibrio emocional. Ester tuvo el valor para enfrentar a un rey
mientras desempeñaba el papel de reina.
La
fortaleza es la capacidad desarrollada para enfrentar las dificultades con
entereza.
Nuestro
estilo de vida nos exige entrar en un campo de batalla, asumiendo la fortaleza
que proviene de Dios, así como aquella adquirida por voluntad propia; estas son
las herramientas indispensables.
No
nos comportemos como muñecas de porcelana, frágiles e indefensas. La lucha de
la vida nos exige ser mujeres de valor. El bienestar y el destino de nuestra
familia y de sus miembros están en nuestras manos. Con ánimo decidido y con
empuje singular debemos levantar en nuestros hogares el estandarte del
evangelio.
Dios
será nuestro auxilio. ¡No tengamos miedo!
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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