miércoles, 7 de agosto de 2013

¿UNA MUÑECA DE PORCELANA?


En el seno de tu hogar, tu esposa será como vid llena de uvas; alrededor de tu mesa, tus hijos serán como vástagos de olivo. Salmo 128:5

En las Sagradas Escrituras se presenta a una generación especial de mujeres.

En Éxodo 1:19 encontramos la respuesta que las parteras de Egipto dieron al faraón cuando les preguntó cómo era la situación de las mujeres hebreas: “Resulta que las hebreas no son como las egipcias, sino que están llenas de vida y dan a luz antes de que lleguemos” (Éxodo 1:19). ¡Aquellas eran mujeres de gran fortaleza!

Las que somos madres, sabemos que dar a luz es un episodio difícil. El dolor físico es tan intenso que únicamente el amor que se siente por el hijo ayuda a pasar por dicho trance. El diseño que Dios utilizó al crear a la mujer es único.

La dotó de una inmensa capacidad de ternura, aunque también de una fortaleza extraordinaria. Únicamente una madre puede pujar hasta entregarlo todo para que su hijo nazca. Solo ella puede permanecer más de veinte horas sin dormir con el fin de cuidar de su retoño.

Muchos estudios afirman que, comparada con el hombre, la mujer tiene una mayor capacidad de resistencia. Jocabed cuidó del pequeño Moisés y manifestó gran valor cuando llegó el momento de entregar al hijo de su alma a la hija del faraón. María tuvo las fuerzas para ver a su hijo pendiendo de una cruz y conservar su equilibrio emocional. Ester tuvo el valor para enfrentar a un rey mientras desempeñaba el papel de reina.

La fortaleza es la capacidad desarrollada para enfrentar las dificultades con entereza.

Nuestro estilo de vida nos exige entrar en un campo de batalla, asumiendo la fortaleza que proviene de Dios, así como aquella adquirida por voluntad propia; estas son las herramientas indispensables.

No nos comportemos como muñecas de porcelana, frágiles e indefensas. La lucha de la vida nos exige ser mujeres de valor. El bienestar y el destino de nuestra familia y de sus miembros están en nuestras manos. Con ánimo decidido y con empuje singular debemos levantar en nuestros hogares el estandarte del evangelio.

Dios será nuestro auxilio. ¡No tengamos miedo!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado

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