“El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido
para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Juan 10:10).
Una
calcomanía en el parachoques del automóvil decía esto: “Los cristianos no son
perfectos, solo son perdonados”. Cuando lo leí por primera vez, el pensamiento
me dejó intrigado. ¿Es lo que realmente somos? ¿Perdonados, nada menos y nada
más?
La
“calcomanía teológica” hace dos aseveraciones y ambas son correctas. Sí, ningún
ser humano, con la excepción de Jesús, es perfecto. También es cierto que Dios
proporciona el perdón sin excepción a todos los que aceptan a Cristo como su
Salvador personal; y esto no depende de que sean perfectos. Sin embargo, algo
no parece correcto con respecto al mensaje de la calcomanía, especialmente si
la leíste en el parachoques de un automóvil cuyo conductor se metió rudamente
en tu carril y hace sonar la bocina desconsideradamente contra los otros
conductores.
¿Es
verdad que el perdón es lo único que identifica a una persona como cristiana o
la única cosa que importa en la vida de un cristiano? Por desgracia, lo que
esta calcomanía realmente comunica es que “ser perdonado es todo lo que importa
en el cristianismo, lo que es genuinamente esencial”. Desde este punto de
vista, lo único que importa es que antes de morir le digas a Jesús: “Perdóname,
te entrego mi vida”, para escapar de la muerte eterna. Puedes leer un buen
análisis al respecto en el libro The Divine Conspiracy [La conspiración
divina], de Dallas Willard.
La
Biblia dice, sin embargo, que Jesús no vino y murió únicamente para
proporcionarnos perdón sino para darnos vida y dárnosla en abundancia (lee Juan
10:10). Cuando Jesús dijo esto se refería al presente, a la vida que vivimos en
este mundo antes de que venga por segunda vez. Si esto es cierto, la diferencia
entre un cristiano y uno que no lo es, va más allá del hecho de que uno es
perdonado y el otro no. Debes percibir la diferencia en las “vidas” que ellos
viven, ¿no es cierto?
Cuando
Jesús nos perdona también nos da su Santo Espíritu para implantar los
principios de su reino en nuestras vidas. Si permitimos que Dios haga esto en
nosotros, seremos realmente dichosos. Cristo vino para hacernos fructíferos en
los frutos del Espíritu Santo que se resumen en el principio del amor. Todo el
que se entrega a Cristo es un árbol fructífero en el huerto de Dios. ¿Eres un
árbol fructífero o estéril? La decisión está en tus manos.
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