Entonces oí una voz del cielo, que decía: “Escribe: ‘Dichosos los que
de ahora en adelante mueren en el Señor’ “Sí”, dice el Espíritu, “ellos
descansarán de sus fatigosas tareas, pues sus obras los acompañan” (Apocalipsis
14:13).
Rachel
Beckwith tenía solo nueve años cuando murió, el 23 de julio del 2011; apenas
dos semanas antes de que yo escribiera esta reflexión. Puedes leer su historia
en el artículo del New York Times “Rachel’s Last Fund Raiser” [La última
colecta de Rachel], de Nicholas Kristof. Desde muy pequeña, tuvo el deseo de
ayudar a otros. A los cinco años donó su cabello a una organización llamada
Locks of Love [Rizos de amor] que hace pelucas para niños que han perdido el
cabello por causa del cáncer u otras enfermedades. Después de que le cortaran
el cabello, Rachel anunció que se lo dejaría crecer para volverlo a donar. Y
así fue.
El
12 de junio de 2011, cuando tenía ocho años, Rachel decidió donar su fiesta de
cumpleaños número nueve, con el objetivo de construir pozos de agua para
personas necesitadas en África mediante una organización llamada Charity:
Water. Pidió a sus amigos que, en vez de darle un regalo, donaran nueve dólares
en la página de Internet que había designado (charitywater.org/rachel). Se
propuso una meta de trescientos dólares, pero entristeció cuando solo pudo
recaudar doscientos veinte. El 20 de julio, Rachel sufrió un accidente mientras
viajaba en automóvil con su familia y quedó gravemente herida. Sus amigos y
miembros de iglesia, buscando cómo apoyarla, se enteraron de su colecta y
empezaron a donar dinero en su página de Internet. Muy pronto las donaciones
sobrepasaron los trescientos dólares y se recaudaron 47.544 dólares antes de
que la pequeña muriera, rompiendo el récord del famoso cantante Justin Bieber,
que había regalado su fiesta de cumpleaños número diecisiete. El 23 de junio,
Rachel fue desconectada de los aparatos que la mantenían con vida porque era
claro que nunca despertaría. Sus padres habían decidido donar una vez más su
cabello y varios órganos para dar vida a otros niños. La colecta de Rachel
siguió creciendo. Consulté su página poco antes de escribir esta lectura, y
llevaba más de un millón de dólares. Quién sabe cómo terminará lo que ella
inició con amor.
Lo
mismo pasa cuando, con amor, comunicamos el evangelio de Cristo Jesús. Puede
ser que por medio de ti se conviertan solo unas cuantas personas, pero no sabes
hasta dónde llegará esa cadena. Cuando siembras con amor la semilla del
evangelio, el Espíritu Santo potenciará tu esfuerzo y los resultados serán
eternos. Todos tenemos el privilegio de iniciar una cadena de vida que
alcanzará hasta la eternidad. ¿Ya iniciaste la tuya?
Lecturas
Devocionales para Jóvenes 2013
¿Sabías qué..?
Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix Cortez
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