Dadles vosotros de comer.
Mateo 14:16.
Los discípulos pensaban haberse retirado a
donde no serían molestados; pero tan pronto como la multitud echó de menos al
divino Maestro, preguntó: “¿Dónde está?” Había entre ella algunos que habían
notado la dirección que tomaran Cristo y sus discípulos. Su número fue en
aumento, hasta que se reunieron como cinco mil hombres, sin contar las mujeres
y los niños.
Desde la ladera de la colina, él miraba a la
muchedumbre en movimiento, y su corazón se conmovía de simpatía. Aunque
interrumpido y privado de su descanso, no manifestaba impaciencia...
Abandonando su retiro, halló un lugar conveniente donde pudiese atender su
pobreza espiritual...
La gente escuchaba las palabras
misericordiosas que brotaban tan libremente de los labios del Hijo de Dios.
Oían las palabras de gracia, tan sencillas y claras que les parecían bálsamo de
Galaad para sus almas. El poder sanador de su mano divina impartía alegría y
vida a los moribundos, y comodidad y salud a los que sufrían enfermedades. El
día les parecía como el cielo en la tierra, y no se daban la menor cuenta de
cuánto tiempo hacía que no habían comido.
“Cuando ya era muy avanzada la hora, sus
discípulos se acercaron a él, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya muy
avanzada. Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y
compren pan, pues no tienen qué comer. Respondiendo él, les dijo: Dadles
vosotros de comer”. Sorprendidos y atónitos, le dijeron: “¿Que vayamos y
compremos pan por doscientos denarios, y les demos de comer? Él les dijo:
¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo. Y al saberlo, dijeron: Cinco, y dos peces. Y
les mandó que hiciesen recostar a todos por grupos sobre la hierba verde...
Entonces tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo,
bendijo, y partió los panes, y dio a sus discípulos para que los pusiesen
delante; y repartió los dos peces entre todos. Y comieron todos, y se saciaron.
Y recogieron de los pedazos doce cestas llenas, y de lo que sobró de los peces”
(Marcos 6:30-44).
El que enseñaba a la gente la manera de
obtener paz y felicidad se preocupaba tanto por sus necesidades temporales como
de las espirituales – Signs of the Times, 12 de agosto de 1897; ver un texto
similar en El Deseado de todas las gentes, pp. 332, 333.
Tomado de Meditaciones Matutinas para
adultos 2013
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
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