El que me ha visto a mí, ha
visto al Padre.
Juan 14:9.
El hecho de que la gente estaba más
interesada en la enseñanza de Cristo que en los argumentos secos y tediosos de
los maestros judíos irritaba a los escribas y los fariseos. Estos maestros
hablaban con incertidumbre, e interpretaban las Escrituras de una manera y de
otra. Esto dejaba a la gente muy confundida. Pero cuando escuchaban a Jesús,
sus corazones eran entibiados y aliviados. Él presentaba a Dios como un Padre
amoroso, no como un Juez vengador. Atraía a todos, los encumbrados y los
humildes, los ricos y los pobres, para que vieran a Dios en su carácter
verdadero, y los llevaba a dirigirse a él con un título cariñoso: “Nuestro
Padre”.
Mediante palabras amables y obras de
misericordia, Cristo encaraba las antiguas tradiciones y los mandamientos de
hombres, y presentaba el amor del Padre en su inagotable abundancia. Su voz
calmada, intensa y musical, caía como un bálsamo en los espíritus heridos. Él
revelaba la imagen de Dios reflejada en sí mismo. Les presentaba a sus oidores
las verdades de las profecías, alejándolos de las interpretaciones enredadas
que los escribas y los fariseos hacían de ellas. Esparcía los granos
celestiales de la verdad doquiera iba.
Determinados a escuchar lo que Cristo decía
a sus discípulos, los escribas y los fariseos tenían espías que lo seguían.
Estos espías anotaban sus palabras y las reportaban a los jefes de los judíos
quienes, al escucharlas, quedaban casi fuera de sus cabales con ira poco
disimulada, y esto lo interpretaban en términos del celo por Dios.
Al reunirse los miembros del Sanedrín para
consultarse entre sí, no se trataba de hombres carentes con prejuicios fuertes
y determinados que aconsejaban que se eliminara a este hombre que pretendía
tanto...
Vieron que la influencia de Cristo sobre la
gente rápidamente se estaba volviendo mayor que la suya. Anhelaban aplastarlo
por atreverse a restar importancia a sus tradiciones, pero temían moverse
abiertamente por causa de la gente. Pensaban que si obraban en secreto,
observando sus palabras y acciones, pronto encontrarían acusaciones tales
contra él que mereciera juzgarlo, con su vida de por medio...
Cristo estaba dando a los gobernantes de
Israel luz que eliminaba sus excusas. No dejó de hacerse algo que pudiera
hacerse para convencerlos de su error – Review and Herald, 5 de marzo de 1901.
Tomado de Meditaciones Matutinas para
adultos 2013
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
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