Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por
perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida (Hebreos 10:39).
Viktor
Frankl cuenta la historia de un prisionero que perdió la fe y la esperanza: “El
prisionero que perdía la fe en el futuro estaba condenado. Con la quiebra de la
confianza en el futuro faltaban las fuerzas del asidero espiritual; el
prisionero se abandonaba y decaía, se convertía en sujeto del aniquilamiento
físico y mental. Normalmente esto se producía de repente, en forma de crisis,
cuyos síntomas resultaban familiares para el prisionero experimentado.
“Una
vez fui testigo de la pérdida de la fe en el futuro y el peligro de darse por
vencido.
F.,
el jefe de mi barracón, compositor y libretista famoso, me confió un día:
-Me
gustaría contarle algo doctor. He tenido un extraño sueño. Una voz me invitaba
a desear cualquier cosa, bastaba con preguntar lo que quería saber y mis
preguntas serían respondidas de inmediato. ¿Sabe qué pregunté? Cuándo
terminaría la guerra para mí. Ya sabe lo que quiero decir, doctor, ¡para mí!
Conocer cuándo seríamos liberados de este campo y cuándo terminarían nuestros
sufrimientos.
-¿Y
cuándo tuvo usted ese sueño? -le pregunté.
-En
febrero de 1945 -contestó.
Por
entonces estábamos a principios de marzo.
-¿Qué
respondió la voz en su sueño?
En
voz baja, casi furtivamente, me susurró:
-El
treinta de marzo.
Cuando
F. me contó aquel sueño, todavía se encontraba rebosante de esperanza y
convencido de la veracidad del oráculo de la voz. Sin embargo, a medida que se
acercaba el día prometido, las noticias que recibíamos sobre la guerra
menguaban las esperanzas de ser liberados en la fecha indicada. El 29 de marzo,
de repente, F. cayó enfermo con una fiebre muy alta. El 30 de marzo, el día en
que según su profecía terminaría la guerra y el sufrimiento para él, empezó a
delirar y perdió la conciencia. El 31 de marzo falleció”.
Los
cristianos han salido vencedores en situaciones que no ofrecían ninguna
esperanza humana, porque la fe en Dios y sus promesas les daba valor para
afrontar todos los dolores y sufrimientos. Cuán ciertas son las palabras del
apóstol: “Nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse,
sino de los que tienen fe y preservan su vida” (Heb. 10:39).
Si
sufre por cualquier causa, cobra ánimo con estas palabras. El cristiano es más
que vencedor porque su fe está firme en Dios. ¡No pierdas la confianza en Dios!
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