No gritará, ni alzará su voz,
ni la hará oír en las calles... por medio de la verdad traerá
justicia. Isaías 42:2, 3.
Desde su niñez, Jesús conformó estrictamente
su vida a las leyes judías. Él manifestó gran sabiduría en su juventud. La
gracia y el poder de Dios estaban sobre él. Por boca del profeta Isaías, la
Palabra de Dios describe la función y la obra de Cristo, y muestra el cuidado y
el amparo de Dios para con su Hijo en su misión en la tierra, de manera que no
se le permitiera al odio sin piedad de los hombres y las mujeres, inspirado por
Satanás, impedir que frustrara el propósito del gran plan de salvación...
La voz de Cristo no se escuchó en la calle
en una ruidosa contienda con los que se oponían a su doctrina. Tampoco se oyó
su voz en la calle en oración a su Padre... Su voz no se escuchó en gozosa
algarabía. Su voz no subió de volumen, para exaltarse a sí mismo y ganar el
aplauso y la adulación de los pecadores. Cuando se ocupaba en la enseñanza,
apartaba a sus discípulos del ruido y la confusión de la ajetreada ciudad y los
llevaba a un lugar retirado, más en armonía con las lecciones de humildad,
piedad y virtud que deseaba dejar en sus mentes. Huía de la alabanza humana, y
prefería la soledad y un lugar de retiro pacífico al ruido y la confusión de la
vida mortal. A menudo se escuchaba su voz en intercesiones intensas y
perseverantes ante su Padre; pero para estas prácticas elegía los montes
solitarios, y frecuentemente pasaba noches enteras en oración, suplicando las
fuerzas que lo sostuvieran ante las tentaciones que debía enfrentar y para
cumplir la obra importante que vino a realizar para la salvación de la
humanidad. Sus peticiones eran intensas y mezcladas con fuerte clamor y
lágrimas. Y pese a la labor del alma durante la noche, no cesaban sus labores
durante el día...
A los jefes de los sacerdotes y los
escribas, y a los ancianos les encantaba orar en los lugares más públicos, no
solo en las atiborradas sinagogas, sino además en las esquinas de las calles,
para ser vistos por todos y alabados por su devoción y piedad. Sus actos de
caridad eran hechos de la manera más pública, y para el propósito de llamar la
atención de la gente hacia ellos mismos. Sus voces ciertamente se oían en las
calles no solo para exaltarse a sí mismos, sino también para discutir con los
que diferían de ellos en doctrina... El Señor, por medio de su profeta fi el,
muestra la vida de Cristo en contraste marcado con los hipócritas jefes de
sacerdotes, los escribas y los fariseos – Review and Herald, 31 de diciembre de
1872.
Tomado de Meditaciones Matutinas para
adultos 2013
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
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