Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al
otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. No se puede servir a la vez a
Dios y a las riquezas.
Mateo 6:24.
Jesucristo
dejó bien claro que no podemos servir a dos señores. No podemos colocar a
Cristo y a nosotros mismos en el centro de nuestras vidas. Es imposible. Los
que aman a Dios con todo su corazón no pueden hacer otra cosa que buscar
primero su gloria.
Cuando
actúan así, las prioridades toman el orden adecuado en sus vidas.
En
una de las exhortaciones más desafiantes, pero que brindan mayor seguridad,
Jesús aconsejó a sus oyentes que no se preocuparan ni siquiera por sus
necesidades físicas y materiales básicas. Entonces, propuso lo siguiente:
“Busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les
serán añadidas” (Mateo 6:33). Cuando confiamos en Dios y lo amamos hasta el
punto de colocarlo en el primer plano de nuestras prioridades, no tenemos de
qué afligirnos. Esto no significa que nuestros problemas se van a desvanecer,
sino que confiaremos en que nuestro Padre celestial satisfará, como lo ha prometido,
las necesidades que nuestros esfuerzos no puedan compensar.
Muchos
hoy se vuelven hacia el materialismo y otros mecanismos de escape en una
interminable búsqueda por encontrar satisfacciones a su existencia. Por
supuesto, a cualquier precio. Pasan el tiempo procurando “vivir la vida”, pero
descubren que no consiguen lo mejor de la vida. Y así les transcurren los años
de manera vertiginosa, en medio de la frustración y el descontento extremos.
Un
hombre tenía una esposa cuyo desesperado deseo era acumular objetos materiales.
Lo
molestaba constantemente para que él le consiguiera algo nuevo: un abrigo, otro
automóvil, perlas, pieles, entre otras cosas. Finalmente compró unos lotes
funerarios para él y su esposa. Cuando seleccionaban las lápidas, decidió
cuáles serían sus epitafios. “La de mi esposa”, dijo al marmolista, “dirá: ‘Se
murió por acumulación de objetos materiales’. Y sobre la mía escriba: ‘Él murió
por conseguirlos’”.
La
gente que aquel día se había reunido en el “monte de las bienaventuranzas” tuvo
una demostración viviente de que no necesitaban “objetos materiales”. Dios
proporciona a sus hijos todo lo necesario en el momento que lo necesitan. Lo
único por lo cual debemos preocuparnos es que nuestros nombres estén escritos
en el libro de la vida. Todo lo demás es secundario. ¿Aceptarás la propuesta
que Dios tiene para tu vida?.
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