Velad, pues, en todo tiempo orando. Lucas 21:36.
En el lenguaje
solemne de este pasaje, se señala un deber que se encuentra en la senda
cotidiana de toda persona, joven o adulta. Es el deber de velar; y nuestro
destino en el tiempo y la eternidad dependen de nuestra fidelidad en esto.
Vivimos en un
momento importante. Cuando se proclamó el mensaje en 1844: “Temed a Dios, y
dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado” (Apocalipsis 14:7), el anuncio
sacudió en lo más profundo a toda alma. Una solemnidad profunda reposaba sobre
todos los que lo oían. Cuán dispuestos estábamos a mostrar nuestra fe por
nuestras obras, y a que nuestras palabras y acciones hicieran una impresión
favorable en el mundo…
Hoy los
ángeles observan el desarrollo del carácter, y pronto nuestra vida tendrá que
pasar ante Dios para ser revisada. Pronto seremos pesados en las balanzas del
Santuario, y la sentencia será registrada bajo nuestros nombres.
Y recibiremos
el don culminante de la vida eterna o seremos castigados con destrucción eterna
por la presencia del Señor. Podemos estar reacios a hacernos un autoexamen
cuidadoso para ver cuál es nuestra condición espiritual y si nuestros corazones
están siendo apropiadamente impresionados por el mensaje probatorio de la
verdad; pero eso no tendrá efecto sobre la obra del juicio. Rendirá sus
decisiones de igual modo…
“Velad, pues,
en todo tiempo orando”. Hay gran necesidad de orar no solo por nosotros mismos,
sino también por causa de nuestra influencia sobre otros. Nuestra influencia
tiene un gran alcance. Podemos pensar que se reduce a nuestros propios hogares;
que solo los miembros de nuestra familia conocen lo que somos y hacemos. En
algunos casos, pareciera que así es; pero, en cierto modo, la influencia de la
vida de hogar trasciende el hogar…
Si hemos de
participar de la recompensa gloriosa prometida al vencedor, hemos de pelear la
buena batalla de la fe. Esto es lo que hizo el apóstol Pablo.
Y él dice:
“Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el
Señor, juez justo, en aquel día” (2 Timoteo 4:8). Seamos de los que son “ricos en
buenas obras… atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen
mano de la vida eterna” (1 Timoteo 6:18, 19) - Signs of the Times, 7 de enero de
1886.
Tomado de Meditaciones Matutinas para
adultos 2013
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White