¿Cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se
lo pidan?
Lucas 11:13.
La
promesa del Espíritu Santo era la esperanza más brillante y el consuelo más
poderoso que Cristo podía dejarles a sus discípulos cuando ascendió al cielo.
Las verdades de la Palabra de Dios habían sido enterradas bajo los escombros de
la interpretación equivocada; las máximas humanas, las declaraciones de seres
finitos, habían sido exaltadas por encima de la Palabra del Dios vivo.
Bajo
el poder iluminador del Espíritu Santo, los apóstoles separaron la verdad de
las teorías falsas, y dieron al pueblo la Palabra de vida…
El
Espíritu de Dios inspiró a sus siervos, quienes, sin tomar en cuenta el temor o
el favor de otros, declararon las verdades que les habían sido encomendadas.
Y
bajo la demostración del poder del Espíritu, los judíos no podían hacer otra
cosa sino admitir su culpa por haber rechazado las evidencias que Dios les
había enviado. Pero, no cedieron en su malvada resistencia…
Debemos
orar para que se nos imparta el divino Espíritu, que es el único remedio para
la enfermedad del pecado. Las verdades de la revelación, sencillas y fáciles de
entender, son aceptadas por muchos como algo que satisface lo que es básico y
esencial para la vida. Pero cuando el Espíritu Santo actúa sobre la mente,
despierta el deseo más intenso por la verdad incorrupta. El que realmente desea
conocerla no permanecerá en la ignorancia, ya que la preciosa verdad recompensa
al que la busca con diligencia. Necesitamos sentir el poder de conversión de la
gracia de Dios. Insto a todos los que se distanciaron de su Espíritu a que
destraben la puerta de sus corazones y supliquen con fervor: “Habita en mí”…
El
Señor desea que cada uno de sus hijos sea rico en esa fe que es fruto de la
actuación del Espíritu Santo en la mente. Habita en cada creyente que desea
recibirlo…
El
Espíritu Santo jamás deja sin asistencia al que contempla a Jesús. Al que lo
busca, le muestra las cosas que son de Cristo. Si sus ojos permanecen fijos en
Jesús, la obra del Espíritu Santo no cesa hasta que el creyente es conformado a
la imagen del Maestro. En virtud de la bendita influencia del Consolador, los
propósitos y el espíritu del pecador cambian, hasta llegar a ser uno con Dios.
Sus
afectos por él aumentan, tiene hambre y sed de su justicia, y al contemplar a
Cristo es transformado de gloria en gloria y de un carácter a otro mejor, hasta
ser más y más semejante al Maestro - Signs of the Times, 27 de septiembre de
1899; parcialmente en Recibiréis poder, p. 61.
Tomado de Meditaciones Matutinas para
adultos 2013
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
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