Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan… reconocían que habían
estado con Jesús. Hechos 4:13.
Después
de la crucifixión de Cristo, los discípulos formaban un grupo desvalido y
desanimado, como ovejas sin pastor. Su Maestro había sido rechazado, condenado
y clavado en la ignominiosa cruz. Los sacerdotes y los gobernantes judíos
habían declarado burlonamente: “A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar”
(Mateo 27:42)…
Pero
la cruz, ese instrumento de vergüenza y tortura, trajo esperanza y salvación al
mundo. Los discípulos se reanimaron, los abandonó su desesperanza e impotencia.
Sus caracteres fueron transformados y los lazos de amor cristiano unieron al
grupo. Eran hombres humildes, sin riquezas, sin armas fuera de la Palabra y el
Espíritu de Dios, y considerados por los judíos como simples pescadores; sin
embargo, salieron con la fuerza de Cristo a testificar de la verdad y a
triunfar sobre toda oposición. Vestidos con la armadura divina, empezaron a contar
la maravillosa historia del pesebre y de la cruz. Sin honores o reconocimiento
humanos, fueron héroes de la fe. De sus labios brotaron palabras de elocuencia
divina que sacudieron al mundo.
Los
que habían rechazado y crucificado al Salvador, y esperaban ver a los
discípulos desanimados y abatidos, listos a renunciar al Señor, oyeron con
asombro el testimonio claro y denodado de los apóstoles, proclamado bajo el
poder del Espíritu Santo. Los discípulos trabajaron y hablaron como su Maestro
había trabajado y hablado, y todos los que los oían, decían: “Han estado con
Jesús, y han aprendido de él”.
Cuando
los apóstoles salieron por todas partes a predicar acerca de Jesús, hicieron
muchas cosas que los gobernantes judíos no aprobaron. La gente sacaba a la
calle a sus enfermos y a los perturbados por espíritus inmundos; se reunían
multitudes a su alrededor, y los que habían sido sanados voceaban sus alabanzas
a Dios y glorificaban el nombre de Aquel a quien los judíos habían condenado,
coronado de espinas, y hecho azotar y crucificar. Jesús ahora era exaltado por
encima del sacerdote y del gobernante; y había peligro de que las doctrinas de
los rabinos se desprestigiaran, porque los apóstoles incluso declaraban que
Cristo había resucitado de los muertos…
“Y
todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar
a Jesucristo” (Hech.os5:42).- “Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que
habían de ser salvos” (Hechos 2:47) - Signs of the Times, 20 de septiembre de
1899; también se encuentra en Recibiréis poder, p. 177.
Tomado de Meditaciones Matutinas para
adultos 2013
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
No hay comentarios.:
Publicar un comentario