Que nadie te menosprecie por ser joven. Al contrario, que los creyentes
vean en ti un ejemplo a seguir en la manera de hablar, en la conducta, y en
amor, fe y pureza.
(1 Timoteo 4:12).
En
Lest WeForget [No sea que olvidemos] George Knight narra la experiencia de John
N. Loughborough, que tenía 17 años cuando sintió que Dios lo llamaba a ser
predicador.
Durante
nueve semanas estuvo enfermo de malaria. Finalmente, desesperado, clamó:
“Señor,
quítame estos escalofríos y estas fiebres, y saldré a predicar”.
Los
escalofríos y las fiebres cesaron ese mismo día. Pero John no tenía un solo
centavo para viajar. Después de varias semanas de trabajar como leñador logró
ahorrar un dólar.
“Esa
cantidad - dijo -, me llevaría adonde yo deseaba ir, pero ¿y la ropa? El
señor con quien estuve trabajando me dio un saco y un par de pantalones
bastante raídos, pero como era un hombre mucho más alto que yo, aquella ropa,
después de recortarla unos quince centímetros, no se veía muy elegante que
digamos. En lugar de abrigo, mi hermano me dio un capote un tanto extraño, al
cual le había cortado un buen trozo”.
Después
contó: “Con esa curiosa combinación de harapos y el dólar que poseía, decidí ir
a cierta zona donde nadie me conocía y traté de predicar. Si fracasaba, ninguno
de mis amigos se enteraría, y si tenía éxito, lo tomaría como una evidencia de
que era mi deber predicar”.
En
su primera noche predicó en una pequeña iglesia bautista llena hasta reventar.
“Canté,
oré y canté otra vez - informó -, y hablé sobre la caída del hombre. En vez de
sentirme apenado como yo temía, la bendición de Dios descendió sobre mí y hablé
con libertad.
A
la mañana siguiente me dijeron que diecisiete pastores habían estado presentes
en la reunión la noche anterior.
“La
siguiente noche la iglesia estaba llena otra vez. Supongo que la razón de su
interés era la curiosidad de escuchar a aquel predicador principiante. Al final
de la reunión, el pastor se puso de pie y anunció que la noche siguiente se
iniciaría una clase de canto y por lo tanto mis reuniones debían terminar. Pero
en el acto un señor de apellido Thompson se puso de pie y dijo :’ Señor
Loughborough, estas clases de canto se han organizado con el propósito de poner
fin a sus reuniones ‘Entonces , procedió a invitar al joven predicador a una
escuela que tenía un salón más grande, y una vez más el edificio estaba a
reventar la primera noche. Dios puede usarte de la misma manera. Alístate en
sus filas.
Lecturas
Devocionales para Jóvenes 2013
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Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix Cortez
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