En aquel tiempo se levantará Miguel… y será tiempo de angustia, cual
nunca fue desde que hubo gente hasta entonces. Daniel 12:1.
Tiempos
difíciles están ante nosotros. El cumplimiento de las señales de los tiempos da
evidencia de que el día del Señor está cercano. Los periódicos están llenos de
indicaciones de un terrible conflicto futuro. Audaces robos ocurren con
frecuencia. Las huelgas son comunes. Por todas partes se cometen hurtos y
asesinatos. Hombres poseídos por los demonios quitan la vida de hombres,
mujeres y niños. Todas estas cosas testifican que la venida de Cristo se halla
a las puertas.
La doctrina de
que los hombres y las mujeres están libres de la obediencia a los requisitos de
Dios ha debilitado la fuerza de la obligación moral, y abierto las compuertas
de la iniquidad sobre el mundo…
Los tribunales
de justicia son corruptos. Los gobernantes son motivados por un deseo de
ganancia y el amor al placer sensual. La intemperancia ha nublado las
facultades de muchos, de manera que Satanás tiene un control casi completo de
ellos. Los expertos en la ley son pervertidos, comprados y engañados. Entre los
que administran la ley se ven borracheras y parrandas, pasiones, envidia y
deshonestidad de todo tipo. “El derecho se retiró, y la justicia se puso lejos;
porque la verdad tropezó en la plaza, y la equidad no pudo venir” (Isa. 59:14).
La gente se apresura en una carrera necia por las ganancias y la indulgencia
egoísta, como si no hubiera Dios ni cielo ni eternidad…
El “tiempo de
angustia, cual nunca fue” pronto se cernirá sobre nosotros, y necesitaremos una
experiencia que muchos no obtienen por ser demasiado indolentes.
A menudo
ocurre que la angustia es mayor por la anticipación que por la realidad, pero
esto no se aplica a la crisis que se avecina. La presentación más vivida no
puede alcanzar la magnitud de la terrible experiencia. En esa prueba, todos
deben sostenerse por sí solos ante Dios…
Ahora,
mientras nuestro gran Sumo Sacerdote hace expiación por nosotros, debemos
buscar la perfección en Cristo. Nuestro Salvador no cedió al poder de la
tentación ni siquiera en pensamiento. Satanás encuentra en el corazón humano
algún área en que pueda sacar ventaja. Busca algún deseo pecaminoso acariciado
que permita que sus tentaciones ejerzan su poder. Pero Cristo declaró sobre sí
mismo: “Viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí” (Juan 14:30).
Satanás no
pudo encontrar nada en el Hijo de Dios que le permitiera alcanzar la victoria.
Él guardó los Mandamientos de su Padre, y no había pecado en él que Satanás
pudiera usar para ganar ventaja. Esta es la condición en la que deben
encontrarse los que permanecerán firmes en el tiempo de prueba —Review and
Herald, 14 de marzo de 1912.
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Tomado de Meditaciones Matutinas para
adultos 2013
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
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