miércoles, 16 de octubre de 2013

SEA HONESTO CON DIOS


Porque Dios traerá toda obra ajuicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala. Eclesiastés 12:14.

Dios revela a Cristo a los pecadores, y ellos lo contemplan mientras muere en el Calvario por el pecado de sus criaturas. Entonces entienden cómo son condenados por la Ley de Dios, porque el Espíritu obra sobre sus conciencias y hace cumplir el reclamo de la Ley quebrantada. Se les da la oportunidad de desafiar la Ley, de rechazar al Salvador, o de ceder a sus reclamos y recibir a Cristo como su Redentor. Dios no forzará el servicio de los pecadores, pero les revela su obligación, despliega ante ellos los requisitos de su Santa Ley y coloca ante ellos el resultado de su elección: obedecer y vivir, o desobedecer y perecer.

El Mandamiento desde el cielo es: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo” (Lucas 10:27). Cuando se entiende la fuerza de este requisito, la conciencia es convertida y el pecador es condenado. La mente carnal, que no se sujeta a la Ley de Dios ni puede someterse, se alza en rebelión contra los santos reclamos de la Ley. Pero en tanto los pecadores contemplan a Cristo pendiendo de la cruz del Calvario, sufriendo por su transgresión, una convicción más profunda se apodera de ellos y captan algo de la naturaleza ofensiva del pecado.

Donde existe un concepto verdadero de la espiritualidad y la santidad de la Ley divina, los pecadores quedan bajo condenación y sus pecados quedan desplegados ante ellos en su carácter genuino. Por la Ley viene el conocimiento del pecado, y a su luz entienden la maldad de los pensamientos secretos y las obras de las tinieblas…

El carácter es probado y constatado por el cielo más por el espíritu interior, los motivos ocultos, que por lo que los demás ven. La gente puede ostentar un exterior agradable y parecer excelente desde afuera, mientras no son más que sepulcros blanqueados, llenos de corrupción y suciedad. Sus obras son registradas como no santificadas e impuras. Sus oraciones y obras, desprovistas de la justicia de Cristo, no ascienden a Dios como dulce fragancia, sino que son abominación ante los ojos del Señor. A los que abren sus ojos, la Ley presenta una imagen perfecta del alma, una fotografía completa del ser interior; y a medida que este cuadro se revela ante los pecadores, son impulsados a reconocer que ellos se han vendido al pecado, pero que la Ley es santa, justa y buena - Signs of the Times, 3 de noviembre de 1890.
  
Tomado de  Meditaciones Matutinas para adultos 2013
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White

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