El Señor habló con Moisés y le dijo: “Toma en cuenta que he escogido a
Bezalel, hijo de Uri y nieto de Jur, de la tribu de Judá, y lo he llenado del
Espíritu de Dios, de sabiduría, inteligencia y capacidad creativa para hacer
trabajos artísticos en oro, plata y bronce, para cortar y engastar piedras
preciosas, para hacer tallados en madera y para realizar toda clase de
artesanías. Además, he designado como su ayudante a Aholiab hijo de Ajisamac,
de la tribu de Dan” (Éxodo 31:1-6).
Una
de las cosas más admirables que nos puede suceder es recibir algún talento
deDios para utilizarlo en el avance de su obra. Cuando Dios entregó a Moisés
los planos de la construcción del santuario del desierto, el trabajo era tan
especial y difícil que dio talentos extraordinarios a dos hombres para que
dirigieran la obra: Bezalel y Aholiab.
¡Qué
privilegio!
Elena
de White dice que los hijos de Bezalel y Aholiab heredaron en gran medida las
habilidades dadas a sus padres, y durante mucho tiempo se mantuvieron humildes.
Con el tiempo, sin embargo, empezaron a pedir salarios más elevados por sus
habilidades especiales, y después empezaron a trabajar para reyes de las
naciones vecinas donde ganaban más. El noble espíritu de sus padres fue
reemplazado poco a poco por el egoísmo y el deseo de riqueza.
Uno
de los descendientes de Aholiab fue Hiram Abí, que trabajaba para Hiram, rey de
Tiro, y fue contratado para dirigir la construcción del hermoso e imponente
templo de Salomón.
Aquel
hombre era muy hábil, pero también egoísta y amaba el dinero, y exigió un
salario exorbitante por sus servicios. Salomón debió prever hacia dónde
conduciría ese espíritu y confiar en que Dios dotaría de talentos a otro hombre
que dirigiera la obra, pero no fue así, y cedió a sus demandas. Pronto quienes
estaban bajo la dirección de Hiram Abí empezaron a pedir salarios elevados, e
imperceptiblemente el espíritu del egoísmo dominó el servicio del templo y la
nación. Dios había dado muchas riquezas a Salomón que debieron usarse para
ayudar a los pobres, pero unos pocos se beneficiaron de ellas y los pobres
fueron oprimidos. Para mantener el estilo de vida de la nación, Salomón empezó
a exigir impuestos elevados y el país se hundió en una tiranía. Para entenderlo
mejor, lee el capítulo 4 de Profetas y Reyes.
Cuando
Dios nos da talentos espera que los usemos para su obra y para nuestro propio
sustento. Sin embargo, tenemos que mantener un espíritu de abnegación. ¿Usas los
talentos que Dios te dio para la edificación de su reino?
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