Lugar: China
Palabra de Dios: Romanos 15:5, 6
Esta
historia ocurrió hace muchos años en Kiangsu, China. Una cantidad de personas
se había reunido en el interior de una pequeña iglesia para el culto de la
mañana, cuando de repente se oyó una conmoción en el fondo. Un soldado enemigo
había entrado en el edificio.
La
gente ahogó sus gritos de temor. Las mujeres abrazaron a sus hijos; los hombres
miraron a su alrededor con incertidumbre, mientras lentamente se ponían de pie.
Todos contenían el aliento mientras el soldado caminaba tranquilamente, por el
pasillo, hasta el frente de la nave del templo. ¿Qué ocurriría ahora?
Cuando
el soldado introdujo la mano en el bolsillo, la tensión aumentó.
¿Sacaría
un arma? Para sorpresa de todos, el hombre sacó un poco de dinero y lo puso en
el canasto de la ofrenda. Luego, tomó un himnario y comenzó a hojearlo. Mostró
un número a la organista, e hizo señas de que todos se unieran a él en el
canto.
Juntos,
los miembros de iglesia chinos y el soldado enemigo cantaron alabanzas a Dios.
Eran extraños, de dos países en guerra. No sabían el idioma de los demás. Pero,
su amor a Dios era un lazo en común, que los unía. Esa mañana, se unieron y
adoraron a Dios.
La
carta de Pablo a los Romanos dice: “Que el Dios que infunde aliento y
perseverancia les conceda vivir juntos en armonía, conforme al ejemplo de
Cristo Jesús, para que con un solo corazón y a una sola voz glorifiquen al Dios
y Padre de nuestro Señor Jesucristo”.
¡Cuán
asombroso es que todos podamos estar unidos en Cristo!
Podemos
tener diferentes personalidades y distintas maneras de pensar, y podemos venir
de familias diferentes, pero Dios quiere que estemos unidos en su amor. Con
Dios como lazo que nos une, podemos glorificarlo juntos.
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