miércoles, 23 de octubre de 2013

EL ORGULLO BUENO Y EL MALO


Los ojos altivos, el corazón orgulloso y la lámpara de los malvados son pecado. 
Proverbios 21:4

Para muchos, el orgullo tiene dos caras: una buena y una mala. El filósofo alemán Friedrich Nietzsche afirmaba que el orgullo es una virtud elevada, propia de hombres superiores; algo que conduce a la sinceridad absoluta. El rostro bueno del orgullo posee un cierto parecido con la dignidad. El mismo nos estimula a alcanzar nuestros objetivos, así como a esforzarnos y a ser tenaces porque sabemos que Dios nos creó para que persigamos lo superior, lo excelente.

Quien posee el “orgullo bueno” no se arrastra por la vida, sino que sabe que fue hecho para alcanzar las alturas. También constituye un “orgullo bueno” darse cuenta de que si Dios está a nuestro lado, tenemos la oportunidad de crecer, desarrollarnos y llegar a ser personas valiosas. Esa es la clase de orgullo que todos los hijos y las hijas de Dios deberíamos exhibir.

Por otro lado, el “orgullo malo” nos impulsa a creernos mejores y superiores en el momento en que nos comparamos con los demás. Ese orgullo es el que hace que el amor propio se engrandezca, a tal punto que olvidamos nuestra dependencia de Dios y de los demás. Nos regocijamos en la vanidad y en la soberbia. Sentimos desprecio por el prójimo y lo consideramos inferior. En la Palabra de Dios leemos la forma en que terminará todo orgulloso: “Los ojos del altivo serán humillados y la arrogancia humana será doblegada” (Isaías 2:11).

El “orgullo malo” hace su nido en nuestra mente cuando creemos que los dones, los talentos y las capacidades que poseemos son nuestros. Desconocemos a Dios como el dador de lo bueno que hay en nosotros. Los que así viven son altaneros y se exhiben públicamente, esperando humillar a los demás con su actuación.

Debemos recordar que: “El Señor aborrece a los arrogantes. Una cosa es segura: no quedarán impunes. [...] Vale más humillarse con los oprimidos que compartir el botín con los orgullosos” (Proverbios 16:5, 19).

Amiga, hoy es un buen día para mostrar en forma humilde lo que Dios ha hecho en tu vida, recordando cuando te veas asaltada por el orgullo malo, que nada eres por ti misma, y que todo lo que has alcanzado lo has logrado mediante la gracia y la misericordia de Dios.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado

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