Los ojos altivos, el corazón orgulloso y la lámpara de los malvados son
pecado.
Proverbios 21:4
Para
muchos, el orgullo tiene dos caras: una buena y una mala. El filósofo alemán
Friedrich Nietzsche afirmaba que el orgullo es una virtud elevada, propia de
hombres superiores; algo que conduce a la sinceridad absoluta. El rostro bueno
del orgullo posee un cierto parecido con la dignidad. El mismo nos estimula a
alcanzar nuestros objetivos, así como a esforzarnos y a ser tenaces porque
sabemos que Dios nos creó para que persigamos lo superior, lo excelente.
Quien
posee el “orgullo bueno” no se arrastra por la vida, sino que sabe que fue
hecho para alcanzar las alturas. También constituye un “orgullo bueno” darse
cuenta de que si Dios está a nuestro lado, tenemos la oportunidad de crecer,
desarrollarnos y llegar a ser personas valiosas. Esa es la clase de orgullo que
todos los hijos y las hijas de Dios deberíamos exhibir.
Por
otro lado, el “orgullo malo” nos impulsa a creernos mejores y superiores en el
momento en que nos comparamos con los demás. Ese orgullo es el que hace que el
amor propio se engrandezca, a tal punto que olvidamos nuestra dependencia de
Dios y de los demás. Nos regocijamos en la vanidad y en la soberbia. Sentimos
desprecio por el prójimo y lo consideramos inferior. En la Palabra de Dios
leemos la forma en que terminará todo orgulloso: “Los ojos del altivo serán
humillados y la arrogancia humana será doblegada” (Isaías 2:11).
El
“orgullo malo” hace su nido en nuestra mente cuando creemos que los dones, los
talentos y las capacidades que poseemos son nuestros. Desconocemos a Dios como
el dador de lo bueno que hay en nosotros. Los que así viven son altaneros y se
exhiben públicamente, esperando humillar a los demás con su actuación.
Debemos
recordar que: “El Señor aborrece a los arrogantes. Una cosa es segura: no
quedarán impunes. [...] Vale más humillarse con los oprimidos que compartir el
botín con los orgullosos” (Proverbios 16:5, 19).
Amiga,
hoy es un buen día para mostrar en forma humilde lo que Dios ha hecho en tu
vida, recordando cuando te veas asaltada por el orgullo malo, que nada eres por
ti misma, y que todo lo que has alcanzado lo has logrado mediante la gracia y
la misericordia de Dios.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
Por Erna Alvarado
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