Ustedes mismos son nuestra carta, escrita en nuestro corazón, conocida
y leída por todos. Es evidente que ustedes son una carta de Cristo, expedida
por nosotros, escrita no con tinta sino con el Espíritu del Dios viviente; no
en tablas de piedra sino en tablas de carne, en los corazones. 2 Corintios
3:2-3
Fue
cerca de la época navideña, cuando llegó a nuestro buzón de correos una carta
abierta. Aunque la dirección estaba escrita correctamente, el cartero cometió
un error y la depositó en otro buzón. La persona que la recibió la abrió por
error y la leyó, aunque luego la dejó en forma anónima en nuestro buzón.
Afortunadamente
era una carta de felicitación que un familiar lejano nos enviaba en ocasión de
las fiestas navideñas.
Es
sabido que cualquier persona puede leer una carta que está abierta y que su
mensaje, ya sea bueno o malo, se puede esparcir como las hojas que lleva el
viento. En la Biblia encontramos un texto donde se nos compara con una carta
abierta. Así lo expresó el apóstol Pablo: “Es evidente que ustedes son una
carta de Cristo, expedida por nosotros, escrita no con tinta sino con el
Espíritu del Dios viviente; no en tablas de piedra sino en tablas de carne, en
los corazones. Esta es la confianza que delante de Dios tenemos por medio de
Cristo” (2 Corintios 3:3-4).
Amiga,
nosotras somos esas cartas abiertas, y en cierto sentido somos también quienes
las expedimos. El deseo de Dios es que el mensaje que llevemos haya sido
grabado en nuestros corazones mediante la pluma del Espíritu de Dios. ¡Oh, qué
gran privilegio! Sin embargo, recordemos que eso también implica una gran
responsabilidad.
Hermana,
¿cuál es el mensaje que el mundo puede leer en ti? ¿Qué mensajes son los que
fluyen desde tu corazón? El apóstol nos amonesta: “También nosotros, que
estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del
lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con
perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús”
(Hebreos 12:1-2).
Seamos
cartas abiertas, querida amiga, ante un mundo que nos observa. Ojalá que todo
ojo que fije su mirada en nosotras pueda identificarnos como portadoras de
mensajes de salud, vida y salvación. Eso será una realidad siempre que
busquemos orientación en la eterna y santa Palabra de Dios, la Biblia.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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