La sabiduría es lo primero. ¡Adquiere sabiduría! Por sobre todas las
cosas, adquiere discernimiento. Estima a la sabiduría, y ella te exaltará;
abrázala, y ella te honrará; te pondrá en la cabeza una hermosa diadema; te
obsequiará una bella corona. Proverbios 4:7-9
Muchas
son las opciones académicas que actualmente se ofrecen para la adquisición de
conocimientos en las diferentes ramas del saber. Las escuelas y las
universidades abren sus puertas a todo tipo de intereses y preferencias
personales. Los centros de estudios especializados ofrecen muy variadas
opciones para todo tipo de persona: hombres, mujeres, jóvenes, adultos,
trabajadores, desocupados…
Incluso
en algunos lugares hay, para las personas de escasos recursos, instituciones
educativas gratuitas que les permitirán obtener un adiestramiento válido y
respetable. Es más, en algunos sectores de la población mundial existe una
verdadera sed por acumular títulos y certificados.
Los
eruditos y los especialistas abundan, lo cual es bueno. En un mundo tan
especializado como el actual, necesitamos tantos profesionales técnicos como
sea posible. Sin embargo, muchos no reconocen que es la sabiduría de Dios la
que puede hacer volar un avión, o flotar una embarcación de miles de toneladas
de peso. Hemos desarrollado una excesiva confianza en las capacidades y logros
del propio ser humano. En la actualidad somos capaces de trasplantar órganos y
prácticamente devolver la esperanza de vida a quien la creía perdida. ¡Es
verdaderamente asombroso lo que se puede lograr! Pero existe otra sabiduría, y
lamentablemente son pocos los que la procuran. Me refiero a la sabiduría de lo
alto.
Es
Dios quien nos enseña la ciencia de la vida, quien nos puede hacer personas
productivas, felices y realizadas, así como llevarnos a disfrutar una
experiencia espiritual y emocional profunda con él. Esa sabiduría no es
conocida por la mayor parte de los seres humanos, quienes por ende no procuran
adquirirla. Las consecuencias son evidentes dondequiera que vayamos.
Querida
hermana, las que permanecemos en casa cuidando a la familia; las empleadas que
buscan el sustento diario; las jovencitas que transitan por los pasillos de las
universidades; todas hemos recibido un llamado de parte de Dios para adquirir
la sabiduría del cielo. La misma nos enseña a vivir con dignidad y respeto. Nos
muestra la senda de la rectitud y nos hace reconocer a Dios como el soberano
del universo.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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