Palabra de Dios: Romanos 8:31
A los 22 años,
Salomón Guinsburg viajó a la República del Brasil para hablar a la gente acerca
de Jesús. Era 1890, y viajaba a caballo de un pueblo al otro. Muchas personas
escucharon su mensaje y aceptaron a Jesús como su salvador, pero no todos
estaban felices con lo que él hacía. Un grupo de hombres contrató a un asesino
profesional, llamado Silvino.
-Te daremos
cincuenta pesos por matar a Guinsburg – le prometieron.
No era difícil
encontrar a Guinsburg. Ellos sabían que al día siguiente viajaría a Moganga,
donde planificaba predicar. Silvino lo esperaría en el camino.
Al día
siguiente, el asesino llegó al lugar designado con una escopeta de doble caño.
Poco después, apareció Ginsburg en su caballo.
Viendo a
Silvino con la escopeta, pensó que había salido a cazar.
-Buen día,
amigo -lo saludó alegremente, con una sonrisa en el rostro.
Silvino no
dijo nada. Solo se quedó parado allí, y dejó que el hombre pasara.
-¿Cómo llegó
aquí? -preguntaron a Guinsburg cuando lo vieron entrar en el pueblo-. Había un
asesino esperándolo en el camino.
Ginsburg se
dio cuenta de lo que había pasado. Agradeció a Dios por protegerlo, y luego
predicó hasta tarde en la noche. Justo cuando se estaba por dormir, alguien
golpeó a la puerta de su cabaña. Era Silvino, sosteniendo su arma. Ginsburg
supo que este era el fin.
Pero, para su
sorpresa, el asesino comenzó a hablar.
-Me
contrataron para que lo matara, pero usted me habló tan bondadosamente que
decidí averiguar más sobre usted. Esta noche lo escuché predicar. Estaba allí,
de incógnito. Usted está haciendo una buena obra, y yo no lo voy a matar.
Los dos
hombres hablaron toda la noche. Al final, Silvino cambió su escopeta por una
Biblia.
“…Si Dios está
de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra?’’
Lecturas Devocionales para Menores 2013
En algún lugar del Mundo
Por Helen Lee
Robinson
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