Cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos lo arrastran y
seducen. Luego, cuando el deseo ha concebido, engendra el pecado; y el pecado,
una vez que ha sido consumado, da a luz la muerte. Santiago 1:14-15
En
la actualidad muchos seres humanos se jactan de su fortaleza, aunque en el
fondo carecen de fuerza de voluntad. Son débiles y endebles. No tienen la
capacidad suficiente para vencer las adversidades, y a la primera oportunidad
que sufren alguna tentación, sucumben a las trampas del enemigo.
Algunas
mujeres piensan que, si no reciben una marcada atención y estímulos románticos
de parte de su esposo, están en todo su derecho a romper el vínculo
matrimonial. Por otro lado, algunas señoritas que comprometen su pureza, se
excusan diciendo que son mujeres modernas o independientes. Son pocas las que
con honestidad aceptan que la corriente de mal las alcanza, y que su fortaleza
personal es más bien escasa. La buena noticia es que Dios está dispuesto a
hacernos fuertes, y con su ayuda permanente podremos salir victoriosas ante
cualquier situación, por muy dura que sea la prueba.
La
condición primaria para ser cristianas victoriosas consiste en permanecer
unidas a Dios. Él nos dice: “Separados de mí no pueden ustedes hacer nada”
(Juan 15:5). Comenta Elena de White al respecto: “Como la rama depende del
tronco principal para su crecimiento y fructificación, así también ustedes
necesitan el auxilio de Cristo para poder vivir una vida santa. No hay poder en
ustedes para resistir la tentación o para crecer en la gracia o en la santidad.
Morando en él pueden florecer” (El camino a Cristo, cap. 8, p. 102).
La
segunda condición consiste en creer que Dios tiene dádivas de amor y de gracia
disponibles para compartir con sus hijas, quienes anhelan y creen que hay algo
mejor para ellas. Elena de White, de nuevo nos dice: “Si en tu corazón existe
el anhelo de algo mejor que cuanto este mundo pueda ofrecer, reconoce en este
deseo la voz de Dios que habla a tu alma” (Ibíd., cap. 3, p. 43).
Amiga,
Dios tiene el poder para borrar todos tus pecados y arrojarlos al fondo del
mar. Él puede darte una nueva vida y un nuevo corazón. Puede convertir en
fortalezas las debilidades de tu carácter, y hacer de ti una mujer triunfadora.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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