domingo, 20 de octubre de 2013

LA VIUDA QUE SE VOLVIÓ RICA – 3


Cuando ya todas estuvieron llenas, ella le pidió a uno de sus hijos que le pasara otra más, y él respondió: “Ya no hay”. En ese momento se acabó el aceite (2 Reyes 4:6).

Ahora la viuda y sus hijos, convertidos en equipo de trabajo y socios en la oración, iniciaron la prueba de la fe: “Empezó a llenar las vasijas que ellos le pasaban” (2 Reyes 4:5). Eran personas de fe, empeñadas en la realización de un milagro. Habían pedido prestadas vasijas vacías, todas las que pudieron conseguir.

Luego llegó el final. “Cuando ya todas estuvieron llenas, ella le pidió a uno de sus hijos que le pasara otra más, y él respondió: ‘Ya no hay ‘”, Cada nueva vasija era una prueba de la fidelidad de Dios. Él y Elíseo eran fieles a sus promesas. Ahora quedaba consumada la medida de fe de ellos. El hijo contestó, pues, que ya no tenían vasijas.

¿Cuántas habían pedido prestadas? ¿Siguieron el consejo del profeta? ¿Pidieron prestadas todas las vasijas que les fuera posible conseguir? Cuando Dios prometió recompensar a quienes fueran fieles en la devolución de sus diezmos, dijo: “Derramo sobre ustedes bendición hasta que sobreabunde” (Malaquias 3:10). Muy pocos cristianos a lo largo de la historia se han atenido a la literalidad de esta promesa. Dios no habla aquí figuradamente. Habla de manera literal. A todos los que traigan con fidelidad el diezmo al “alfolí” de Dios, se les promete darles más bendiciones de las que necesitan.

Cuando se acabaron las vasijas vacías, se terminó el aceite. Es como si Dios, por medio de Eliseo, se hubiera propuesto dar a sus hijos una lección de fe a través de esta historia. Es un antecedente divino de la multiplicación de los panes y los peces. Dejaron de multiplicarse en el momento en que todos saciaron su hambre. Es la promesa divina: “Mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19). Aquí también Dios, por medio del apóstol, habla de manera literal y muy seriamente. Satisfará todo lo que les falte a sus hijos.

Cuando la viuda y sus hijos le contaron a Eliseo lo que había sucedido, el profeta dijo a la viuda: “Ahora ve a vender el aceite, y paga tus deudas. Con el dinero que te sobre, podrán vivir tú y tus hijos” (2 Reyes 4:7). Lo que restaba, seguramente, era suficiente. Todas las promesas de Dios son una prueba de fe. Ejercítate en la fe, como la viuda y sus hijos.

Lecturas Devocionales para Jóvenes 2013
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Por Félix Cortez


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