Cuando ya todas estuvieron llenas, ella le pidió a uno de sus hijos que
le pasara otra más, y él respondió: “Ya no hay”. En ese momento se acabó el
aceite (2 Reyes 4:6).
Ahora
la viuda y sus hijos, convertidos en equipo de trabajo y socios en la oración,
iniciaron la prueba de la fe: “Empezó a llenar las vasijas que ellos le
pasaban” (2 Reyes 4:5). Eran personas de fe, empeñadas en la realización de un
milagro. Habían pedido prestadas vasijas vacías, todas las que pudieron conseguir.
Luego
llegó el final. “Cuando ya todas estuvieron llenas, ella le pidió a uno de sus
hijos que le pasara otra más, y él respondió: ‘Ya no hay ‘”, Cada nueva vasija
era una prueba de la fidelidad de Dios. Él y Elíseo eran fieles a sus promesas.
Ahora quedaba consumada la medida de fe de ellos. El hijo contestó, pues, que
ya no tenían vasijas.
¿Cuántas
habían pedido prestadas? ¿Siguieron el consejo del profeta? ¿Pidieron prestadas
todas las vasijas que les fuera posible conseguir? Cuando Dios prometió
recompensar a quienes fueran fieles en la devolución de sus diezmos, dijo:
“Derramo sobre ustedes bendición hasta que sobreabunde” (Malaquias 3:10). Muy pocos
cristianos a lo largo de la historia se han atenido a la literalidad de esta
promesa. Dios no habla aquí figuradamente. Habla de manera literal. A todos los
que traigan con fidelidad el diezmo al “alfolí” de Dios, se les promete darles
más bendiciones de las que necesitan.
Cuando
se acabaron las vasijas vacías, se terminó el aceite. Es como si Dios, por medio
de Eliseo, se hubiera propuesto dar a sus hijos una lección de fe a través de
esta historia. Es un antecedente divino de la multiplicación de los panes y los
peces. Dejaron de multiplicarse en el momento en que todos saciaron su hambre.
Es la promesa divina: “Mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme
a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19). Aquí también
Dios, por medio del apóstol, habla de manera literal y muy seriamente.
Satisfará todo lo que les falte a sus hijos.
Cuando
la viuda y sus hijos le contaron a Eliseo lo que había sucedido, el profeta
dijo a la viuda: “Ahora ve a vender el aceite, y paga tus deudas. Con el dinero
que te sobre, podrán vivir tú y tus hijos” (2 Reyes 4:7). Lo que restaba,
seguramente, era suficiente. Todas las promesas de Dios son una prueba de fe.
Ejercítate en la fe, como la viuda y sus hijos.
Lecturas
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Por Félix Cortez
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