¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor! Alabaré al Señor con todo el corazón
en la asamblea, en compañía de los rectos. Grandes son las obras del Señor;
estudiadas por los que en ellas se deleitan.
Salmo 111:1-2
Existen
dos instituciones sagradas que Dios estableció al principio de la creación de
este planeta, en el mismo huerto del Edén. Esas instituciones son la familia y
el sábado. El Señor sabía que ambas son fundamentales para la felicidad de la
raza humana, y desde el mismo principio derivó nuestra atención hacia ellas.
La
familia es un baluarte que resguarda nuestra salud mental, emocional y
espiritual, así como la de todos sus integrantes. En el hogar, gracias al amor
mutuo y correspondido, podemos llegar a entender un poquito mejor el gran amor
que Dios siente por todos nosotros, que somos sus criaturas. Asimismo, gracias
al sábado, instituido como el día consagrado a la adoración al Creador, tiene
lugar cada semana una comunión única con nuestro Padre celestial.
Dios
desea no solamente familias “buenas”. Él espera que seamos familias
“consagradas”. Y es en la iglesia, unidos todos en espíritu y también
corporalmente, donde debemos rendir honra, gloria y alabanza al autor de toda
vida y de todo bien. Nuestro anhelo debe ser: “Proclamaré tu nombre a mis
hermanos; en medio de la congregación te alabaré” (Salmo 22:22).
Me
alegra saber que en la Patria celestial, la gran familia de Dios continuará
congregándose en torno al Señor para rendirle honor por los siglos de los
siglos.
“Porque
así como perdurarán en mi presencia el cielo nuevo y la tierra nueva que yo
haré, así también perdurarán el nombre y los descendientes de ustedes –afirma
el Señor-, Sucederá que de una luna nueva a otra, y de un sábado a otro, toda
la humanidad vendrá a postrarse ante mí” (Isaias 66:22-23).
Es
ahora cuando debemos tomar parte activa en la congregación de los santos.
Cuando
la familia se une para adorar en la casa de Dios, cada uno de sus miembros
obtiene fortaleza. Esta fortaleza nos ayudará a hacer frente a todas las luchas
internas que enfrentamos. Recordemos el oportuno consejo del gran Terapeuta
divino que siempre comprenderá, y resolverá, las luchas personales de cada
miembro de la familia. Abraza hoy a tu familia y, con paso firme y decidido,
guíalos a la casa del Señor. ¡La mesa está preparada!
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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