Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha
de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La
tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el
peligro, o la violencia? Romanos 8:34-35
El
cielo estaba gris. La lluvia habla caído intensamente durante dos días sin
parar. Llegué al aeropuerto y miré hacia las nubes; pensé que el despegue del
avión no iba a ser fácil, y así sucedió. La aeronave se estremecía por completo
mientras trataba de superar el manto de nubes. De pronto, el cielo se iluminó.
¡Estaba
despejado y azul! El sol brillaba con todo su esplendor. Me sentí tranquila y
di gracias a Dios porque había estado conmigo. Confieso que volar es una
experiencia que me agrada muy poco.
Aquella
mañana aprendí una lección fundamental, sencilla aunque profunda, y es que el
sol nunca deja de brillar; solo que a veces las nubes grises impiden que lo
veamos. Es verdad también que los problemas de la vida son semejantes a negros
nubarrones que nos impiden ver la luz de la esperanza.
De
cuando en vez, todos los seres humanos pasamos por tribulaciones y pruebas, y
no podemos ver que más allá de dichas tensiones nos espera un futuro glorioso.
Cuando subí al avión, lo hice a pesar de mi temor a las turbulencias, ya que
deseaba llegar a mi destino lo antes posible. El apóstol Santiago, cuando tocó
este tema, escribió en su Carta: “Considérense muy dichosos cuando tengan que
enfrentarse con diversas pruebas, pues ya saben que la prueba de su fe produce
constancia” (Santiago 1:2).
Dios
desea terminar su obra en nosotras. Anhela llevarnos a su hogar, que es también
el nuestro. Mientras la nube de problemas se disipa, repitamos llenas de fe y
de confianza: “Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura
en momentos de angustia. Por eso, no temeremos aunque se desmorone la tierra y
las montañas se hundan en el fondo del mar; aunque rujan y se encrespen sus
aguas” (Salmo 46:1-2).
Amiga,
¿cómo está tu cielo hoy? Si el sol brilla, disfrútalo al máximo en compañía de
Dios y de tus seres amados. Pero si permanece gris y no puedes ver la luz,
espera y confía. El Señor abrirá pronto tu cielo y la luz de su gracia te
alumbrará.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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