martes, 8 de octubre de 2013

DIOS NO APRUEBA LA SOBERBIA


Las hijas de Sión son tan orgullosas que caminan con el cuello estirado, con ojos seductores y pasitos cortos, haciendo sonar los adornos de sus pies. Por eso el Señor cubrirá de sarna la cabeza de las hijas de Sión; el Señor las dejará completamente calvas. Isaías 3:16

La soberbia tiene su raíz en abrigar un exagerado concepto del valor personal.

Quien está radicado en la cúspide de la soberbia podría considerar a los demás no solamente como sus inferiores, sino también como que son sus servidores. La soberbia se puede transformar en arrogancia cuando la persona es incapaz de reconocer sus errores, y se esfuerza para no enfrentar sus defectos. De acuerdo con los preceptos divinos, el mejor antídoto para la soberbia es una actitud de humildad.

No obstante, quienes se inclinen a practicar la idolatría personal, jamás aceptarán que necesitan ser humildes.

En el versículo de hoy encontramos una descripción detallada y al punto de la gente soberbia. Quizá tú conozcas, o hayas tenido que tratar, con alguien así. A esas personas, la altanería las hace caminar con el cuello erguido, y muestran cierto desdén o desprecio por la corrección o el consejo que proviene de los demás. Sus ojos miran con indiferencia, son fríos y distantes, y tampoco muestran vergüenza ni arrepentimiento por las malas acciones que han realizado.

Dice el profeta que las mujeres insensatas, aquellas que caminan como si bailaran, moviendo sus pies con cadencia, no son damas inclinadas a la sencillez.

Podrán ser inteligentes pero no son sabias; poseen habilidades y talentos, pero es posible que no hayan experimentado el gozo de servir a los demás. Viven para sí mismas y en raras ocasiones, cuando son confrontadas con sus errores, se sienten derrotadas. Incluso, el dolor que por algún motivo sufran, aunque sea muy intenso, jamás las llevará a corregir sus equivocaciones; únicamente hará crecer en ellas el deseo de venganza.

Amiga y hermana, Dios nos hace hoy un llamado a la humildad, a que hagamos profesión de aquella virtud que nos permitirá ser consideradas como “grandes mujeres”. Un rasgo que nos despojará del orgullo y nos ayudará a sacrificarnos por otros sin que sintamos dolor ni pesar por ello. Hoy es un buen día para que supliquemos al Señor que haga caer de nosotras la vestidura de la soberbia y que nos cubra con un manto de humildad.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado

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