Las hijas de Sión son tan orgullosas que caminan con el cuello
estirado, con ojos seductores y pasitos cortos, haciendo sonar los adornos de
sus pies. Por eso el Señor cubrirá de sarna la cabeza de las hijas de Sión; el
Señor las dejará completamente calvas. Isaías 3:16
La
soberbia tiene su raíz en abrigar un exagerado concepto del valor personal.
Quien
está radicado en la cúspide de la soberbia podría considerar a los demás no
solamente como sus inferiores, sino también como que son sus servidores. La
soberbia se puede transformar en arrogancia cuando la persona es incapaz de
reconocer sus errores, y se esfuerza para no enfrentar sus defectos. De acuerdo
con los preceptos divinos, el mejor antídoto para la soberbia es una actitud de
humildad.
No
obstante, quienes se inclinen a practicar la idolatría personal, jamás
aceptarán que necesitan ser humildes.
En
el versículo de hoy encontramos una descripción detallada y al punto de la
gente soberbia. Quizá tú conozcas, o hayas tenido que tratar, con alguien así.
A esas personas, la altanería las hace caminar con el cuello erguido, y
muestran cierto desdén o desprecio por la corrección o el consejo que proviene
de los demás. Sus ojos miran con indiferencia, son fríos y distantes, y tampoco
muestran vergüenza ni arrepentimiento por las malas acciones que han realizado.
Dice
el profeta que las mujeres insensatas, aquellas que caminan como si bailaran,
moviendo sus pies con cadencia, no son damas inclinadas a la sencillez.
Podrán
ser inteligentes pero no son sabias; poseen habilidades y talentos, pero es
posible que no hayan experimentado el gozo de servir a los demás. Viven para sí
mismas y en raras ocasiones, cuando son confrontadas con sus errores, se
sienten derrotadas. Incluso, el dolor que por algún motivo sufran, aunque sea
muy intenso, jamás las llevará a corregir sus equivocaciones; únicamente hará
crecer en ellas el deseo de venganza.
Amiga
y hermana, Dios nos hace hoy un llamado a la humildad, a que hagamos profesión
de aquella virtud que nos permitirá ser consideradas como “grandes mujeres”. Un
rasgo que nos despojará del orgullo y nos ayudará a sacrificarnos por otros sin
que sintamos dolor ni pesar por ello. Hoy es un buen día para que supliquemos
al Señor que haga caer de nosotras la vestidura de la soberbia y que nos cubra
con un manto de humildad.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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