Honra a tu padre y a tu madre, para que disfrutes de una larga vida en
la tierra que te da el Señor tu Dios. Éxodo 20:12
La mayoría de
las madres hacen que sus vidas giren en torno a sus hijos. Por otro lado, estos
se vuelven cada día más exigentes, mientras que los padres se muestran en
extremo complacientes. Para muchas madres, los deseos de sus hijos son también
sus deseos y hacen incluso lo imposible por complacerlos.
Muchas veces
ni siquiera se ponen a pensar si con su proceder benefician, o más bien
perjudican, a sus hijos. Es bueno, por supuesto, que procuremos brindarles lo
mejor para que tengan una vida digna y para que en el futuro no vivan con
resentimientos ni rencores. Pero, por otro lado, debemos considerar que también
es bueno que aprendan que muchas de las cosas deseadas en la vida se consiguen
mediante el esfuerzo y el trabajo.
En este mundo
tan libertino, nuestros hijos necesitan normas. Las mismas actúan como
salvavidas, son como un cerco de protección para proteger su integridad física
y emocional. Las reglas son las que hacen enderezar el arbolito cuando este
comienza a crecer torcido.
Madre que
ahora lees estas palabras, no tengamos temor a establecer normas en casa, así
como las que deberán observarse fuera de ella. Únicamente que, al hacerlo,
debemos solicitar sabiduría de Dios para no transformarnos en personas
inflexibles, intolerantes y rígidas que más bien entorpezcan el desarrollo del
carácter de sus hijos.
Para que las
normas cumplan con su objetivo debemos tomar en cuenta algunas pautas:
• Todos los
miembros de la familia deben participar en la formulación de las normas. De ese
modo se verán comprometidos a cumplirlas.
• Dichas
normas deben tomar en cuenta las necesidades de todos los miembros de la
familia. Una norma jamás es más importante que una persona.
• Las normas
deben ser claras y pocas. Son aplicables a toda la familia, incluyendo en
algunos casos a los mismos padres.
• Cuando una
norma sea violada, el infractor debe sufrir las consecuencias, que deben ser
establecidas con anterioridad.
Amiga, si debes
aplicar disciplina, recuerda lo que escribió el apóstol: “Ciertamente, ninguna
disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa;
sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han
sido entrenados por ella” (Hebreos 12:11).
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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