Después de mucho tiempo volvió el señor de aquellos siervos y arregló
cuentas con ellos (Mateo 25:19).
Se
dice que Johannes Chrysostomus Wolfgangus Amadeus Mozart, a quien todos
conocemos sencillamente como Mozart, tenía una memoria extraordinaria. Las crónicas
de la época lo mencionan con frecuencia. Podía memorizar un número de 48 cifras
después de escucharlo una vez y no olvidarlo jamás.
Un
día, en la corte del palacio imperial, exactamente el día en que el emperador
José II había conocido a Mozart, le dedicaron al gobernante una sonata para
piano. El emperador no solamente había escuchado todas las leyendas del genio
de Mozart, sino que estaba orgulloso porque el virtuoso músico era austríaco,
así que en reconocimiento a su genio, decidió regalarle la partitura.
El
joven Mozart abrió las páginas de la composición, las vio solamente una vez, y
le dijo al emperador que era mejor que Su Majestad las conservara, pues él ya
las había memorizado por completo. Ante el rostro, un tanto asombrado y otro
tanto incrédulo del emperador, el autor de algunas de las páginas musicales más
hermosas de la historia, para demostrar su increíble capacidad, se sentó ante
un clavicémbalo y ejecutó la sonata que el monarca le ofreciera unos minutos
antes, en medio del silencio y la admiración de toda la corte imperial. Hay de
hecho otras anécdotas más sensacionales de la vida de aquel genio.
Extraordinario,
¿verdad? ¡Quién fuera Mozart! No podemos, o más bien, no tenemos que hacer
comparaciones. Cada quien recibió sus talentos que con justicia repartió el
Dios de los cielos (1 Corintios 12:11).
Él
sabe cuántos talentos dio a cada uno, y por cada uno de ellos lo hará
responsable.
Llegará
el día en que dirá a cada uno: “Rinde cuentas de tu administración, porque ya
no puedes seguir en tu puesto” (Lucas 16:2).
Es
emocionante pensar que Dios le pedirá cuentas a Mozart por los enormes talentos
que le concedió. Por lo menos el talento de la música lo cultivó muy bien.
Sabemos que antes de realizar las hazañas con el piano y la composición que se
le atribuyen, practicó las diez mil horas de rigor para los genios de clase
mundial.
¿Y
tú, ya sabes cuáles son tus talentos? ¿Tienes la certeza de que los has
cultivado hasta tu máxima capacidad? Cada vez que te falten deseos de poner en
práctica las habilidades que posees, recuerda la parábola de las monedas de
oro. ¿No te gustaría que a ti también te dijera el Padre: “¡Hiciste bien,
siervo bueno y fiel! Has sido fiel en lo poco; te pondré a cargo de mucho más.
¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!”?
Lecturas
Devocionales para Jóvenes 2013
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Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix Cortez
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