Recuerden esto: El que siembra escasamente, escasamente cosechará, y el
que siembra en abundancia, en abundancia cosechará
(2 Corintios 9:6).
Según
el Comentario bíblico adventista, “la respuesta de la viuda sería la medida de
su fe, y como consecuencia también la medida de lo que habría de recibir de
parte del Señor. Si su fe hubiera sido poca, habría recibido poco; si mucha,
recibiría mucho”. La cantidad de vasijas que pidiera prestadas sería la medida
de su fe.
Pero,
gracias a Dios, la incredulidad no fue un obstáculo para la viuda. Actuó al
punto con fe. Siguió al pie de la letra las instrucciones del profeta y
consiguió también la cooperación de sus hijos. La fe y la obediencia de la
viuda engendraron fe y obediencia en sus hijos.
La
fe produce fe, y la obediencia de uno fomenta la obediencia de otros.
La
Biblia no dice cuántas vasijas pidió prestadas. Solo dice que “en seguida la
mujer dejó a Elíseo y se fue” (2 Reyes 4:5). En esta mina de instrucción bíblica
hay un tentador filón de reflexiones. El profeta había aconsejado a la viuda
que después de pedir prestadas todas las vasijas que encontrara en su pueblo,
en la región, en la provincia, fuera a su casa y se encerrara con sus hijos,
para llenar de aceite las vasijas. Ella hizo caso sin titubear.
Dicha
experiencia está en armonía con el consejo de Jesús: “Tú, cuando te pongas a
orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo
secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará” (Mateo 6:6). La mujer convirtió la sesión de vaciar vasijas en una sesión de oración.
Fue una empresa de oración. Plenamente convencida de que Dios estaba con ella,
convirtió aquel acto en una oración actuada. Vivió su fe y dio vida a su
dedicación. Fue un testimonio ante sus vecinos que después llegaron a saber lo
que había sucedido. Porque no cabe duda de que aquella mujer llenó muchas
tinajas de aceite y fue un testimonio viviente ante sus vecinos del poder de la
fe.
¿Con
cuánta frecuencia te encierras para orar, es decir, para tener una sesión
privada con Dios? Recuerda que “tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te
recompensará”.
¿Tienes
hoy el deseo de poner en práctica este sabio consejo?
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