Así dice el Señor: “Deténganse en los caminos y miren; pregunten por
los senderos antiguos. Pregunten por el buen camino, y no se aparten de él. Así
hallarán el descanso anhelado”. Jeremías 6:16
La
existencia del hombre se desarrolla comúnmente en medio de la prisa y la
premura. Parece ser una exigencia de la vida contemporánea; o al menos parece
que no sabemos vivir de otra manera.
Tenemos
prisa por llegar, y muchas veces no sabemos adónde. Tenemos prisa por salir, y
muchas veces no sabemos adónde vamos. Nos movemos por inercia, las demás
personas nos empujan y permanecemos ajenas a las consecuencias que esto puede
traer. El imperativo del mundo parece ser: “Avanza, porque la competencia te
alcanza y te puede pisotear”. En medio de ese clamor, el Señor nos dice:
“Deténganse en los caminos y miren; pregunten por los senderos antiguos.
Pregunten
por el buen camino, y no se aparten de él. Así hallarán el descanso anhelado”
(Jeremías 6:17).
Observemos
que hay cuatro cosas que Dios desea que hagamos mientras transitamos por este
planeta: detenernos, mirar, preguntar, y no desviarnos. Recordemos que somos
peregrinas que estamos en marcha al Hogar celestial. No debemos perder nuestro
“norte”. Por ende, se hace necesario que en medio de la vorágine actual nos
detengamos y recobremos la dirección perdida, hasta encontrar las sendas
antiguas que nos permitirán llegar a nuestro destino. Con razón se destaca un
refrán popular: “Todos los caminos conducen a Roma”. Nosotras podríamos añadir
que “no todos los caminos llevan al cielo”. Solamente hay uno y debemos estar
seguras de que transitamos por él.
Aunque
nuestra mira esté puesta en la vida venidera y eterna de gozo, no debemos
perder la visón terrenal. Miremos a nuestro entorno, extendamos nuestra mano a
todos los perdidos en el pecado y en el error. Al hacerlo, casi
imperceptiblemente traspasaremos las puertas de la célica Ciudad, seguras de
haber cumplido con nuestro deber.
Ahora,
cuando tantos caminos engañosamente ofrecen un destino feliz, ocultando que su
final es de muerte, debemos preguntar por la senda antigua y andar por ella.
Ojalá que cuando el día de la final trompeta llegue, nos encontremos en el
lugar correcto y haciendo lo debido. Lo lograremos si, a pesar de todo, nos
mantenemos con pie firme sobre la ruta que nos conducirá al hogar eterno.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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