Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de
vosotros, pues es don de Dios. Efesios 2:8.
El
propósito y el plan de la gracia existieron desde toda la eternidad. De acuerdo
con el determinado consejo de Dios, el hombre debía ser creado, dotado con la
facultad de cumplir la voluntad divina. Pero el extravío del hombre, con todas
sus consecuencias, no estuvo oculto de la vista del Omnipotente, no obstante lo
cual tal circunstancia no lo detuvo en la realización de su propósito eterno;
porque el Señor quería fundar su Trono en justicia. Dios conoce el fin desde el
principio. “Las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo”
(Hebreos 4:3). Por lo tanto, la redención no fue una improvisación ulterior, un
plan formulado después de la caída de Adán, sino un propósito eterno que habría
de cumplirse para bendición no solo del átomo que es este mundo, sino también
en beneficio de todos los mundos que Dios ha creado.
La
creación de los mundos, el misterio del evangelio, tienen un solo propósito, a
saber: revelar a todas las inteligencias creadas, por medio de la naturaleza y
de Cristo, las glorias del carácter divino. Mediante el maravilloso despliegue
de su amor, al dar “a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no
se pierda, mas tenga vida eterna” se revela la gloria de Dios a la humanidad
perdida y a los seres inteligentes de los otros mundos. El Señor del cielo y de
la tierra reveló su gloria a Moisés cuando ofreció su oración a Jehová en
nombre del idólatra Israel y rogó: “Te ruego que me muestres tu gloria” (Éxodo 33:18)…
Es
el privilegio de todo seguidor de Cristo contemplar la gloria de Dios, entender
su bondad y saber que él es un Dios de misericordia infinita y amor…
Jesús
vino a revelar al Padre, a dar a conocer su gloria ante la humanidad. Nadie fue
excluido de los privilegios del evangelio…
El
misterio del evangelio había sido hablado en el Edén cuando la pareja perdida
sintió por primera vez la culpa de la transgresión, porque Dios le dijo a la
serpiente: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la
simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”
(Gén. 3:15). Si Satanás hubiera podido tocar la cabeza [de la Simiente] con sus
tentaciones engañosas, la familia humana se habría perdido. Pero el Señor había
dado a conocer el propósito y el plan del misterio de la gracia, porque “de tal
manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel
que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16) - Signs of the
Times, 25 de abril de 1892; parcialmente en La maravillosa gracia de Dios, p.
129.
Tomado de Meditaciones Matutinas para
adultos 2013
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
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