Manténganse libres del amor al dinero, y conténtense con lo que tienen,
porque Dios ha dicho: “Nunca te dejaré; jamás te abandonaré”. Hebreos 13:5.
No
sabemos por qué algunas personas sufren más que otras y, porque no lo sabemos,
todavía sufrimos más, especialmente cuando nos comparamos con otros a quienes,
al parecer, siempre les va bien. Eso le pasó a Mary Stevenson.
Mary
nació el 8 de noviembre de 1922 en la ciudad de Pensilvania, Estados Unidos. Su
madre murió cuando ella tenía seis años. Durante la Gran Depresión, su padre
tuvo que criar a sus hijos sin ayuda. Mary vivió en medio de grandes
dificultades.
Durante
su adolescencia escribió un poema que se inspiraba en las diferentes cosas que
habían afectado su vida y quiso compartirlo con otras personas que quizá habían
sufrido lo mismo. El título de aquel poema era “Pisadas en la arena”. Es muy
posible que lo hayas leído. Es bastante conocido.
A
los 16 años, Mary se casó con un hombre que abusaba de ella. Debido a eso, se
fugó junto con su hijito y se refugió en una reserva “indígena” cerca de
Claremore, Oklahoma.
Más
adelante perdió a su hijito y luchó varios años intentando recuperarlo. Volvió
a casarse alrededor de 1950 con un caballero llamado Basil, a quien llamó “El
amor de mi vida”.
Fue
en aquella época que vio impreso por primera vez su poema “Pisadas en la
arena”, pero se le atribuía a un autor anónimo. Varios abogados le aconsejaron
no intentar atribuirse la autoría, ya que no tenía pruebas para reclamarlo.
Luego le tocó luchar contra la poliomielitis, y más tarde su esposo sufrió un
grave accidente.
En
enero de 1980, Basil murió debido a un problema cardiaco. En ese momento Mary
decidió mudarse de la casa que habían compartido durante 25 años. Mientras
preparaba la mudanza, halló una vieja maleta llena de poemas que había escrito
a lo largo de los años.
Halló
una copia manuscrita del poema con la fecha de 1939. Un experto determinó la
validez del documento y con él pudo reclamar la autoría del poema.
Al
final el sol brilló de nuevo sobre el oscuro camino de su vida. Entonces
comprendió que era verdad lo que ella había escrito en el último verso del
poema. Mary Stevenson murió en 1999. Comprobó la veracidad de la promesa de
Jesús: quienes permanecen a su lado nunca estarán solos. ¿Puedes sentir la
presencia de Dios en tu vida?.
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