SIEMBRA ALEGRÍA POR DONDEQUIERA QUE VAYAS
Mi
esposo y yo teníamos la costumbre de ir a comer a un pequeño restaurante
cercano a nuestra casa. Era frecuente que nos brindara sus servicios una
señorita encantadora, que en todo momento mostraba una radiante sonrisa sin
importar a cuántos comensales tuviera que atender. Debo confesar que muchas veces
intencionalmente buscábamos la sección que ella atendía, con el único propósito
de encontrarnos con ella, pues nos hacía sentir que éramos especiales.
Es
posible que tú también conozcas a alguien con las mismas características, que
irradia felicidad y lleva la alegría a flor de piel, contagiando a todo el
mundo de un espíritu optimista. Por el contrario, también habrás conocido
individuos que son la personificación de la tristeza y del pesimismo.
Expresar
felicidad es un rasgo distintivo de algunas personas. Su sola presencia crea
una atmósfera placentera y contagiosa. Son capaces de ver el lado agradable a
la vida y tienen una disposición natural a la alegría. Sin embargo, hay otras
que ensombrecen su existencia con quejas y lamentos, se regodean en relatar
calamidades, y lo peor es que también ensombrecen la existencia de quienes las
rodean.
Mucha
gente afirma que el gozo y la alegría son disposiciones temperamentales
heredadas. Sin embargo, esos son rasgos de carácter que debemos y podemos
cultivar con la ayuda de Dios. Quienes poseen dichos dones son capaces de
devolver, aunque sea momentáneamente, el gozo a un enfermo, suavizar las
tensiones en las relaciones personales, y crear un ambiente festivo aun en
medio de las peores circunstancias.
Amiga,
te invito a experimentar el gozo constante que implica ser hija de Dios.
Fuiste
hecha a su semejanza y eres depositaría de los mejores dones. No permitas que
nada ni nadie te arrebate el deleite de vivir: ese es uno de los más deliciosos
frutos del Espíritu y podrás brindarlo a los demás si vives la alegría
anticipada que nos espera en la patria celestial, junto a nuestro Padre eterno.
La
promesa es: “Y volverán los rescatados por el Señor, y entrarán en Sión con
cantos de alegría, coronados de una alegría eterna. Los alcanzarán la alegría y
el regocijo, y se alejarán la tristeza y el gemido” (Isaías 35:10).
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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