EL MONSTRUO CAYO EN LA TRAMPA
En
el Congreso de Viena, en 1815, se reunieron las principales potencias de Europa
para repartirse lo que quedaba del derrotado imperio napoleónico. La ciudad era
una fiesta y los bailes de gala eran los más espléndidos que se hubieran visto
jamás. Pero Napoleón seguía proyectando su sombra. En vez de ejecutarlo o
exiliarlo en un país lejano, lo habían enviado a Elba, una isla cercana a las
costas de Italia.
Aunque
preso en una isla, un hombre tan audaz y creativo como Napoleón Bonaparte podía
poner nerviosos a todos, incluso en la distancia. Los austríacos planearon
asesinarlo, pero luego decidieron que era demasiado arriesgado. En una de las
sesiones del Congreso, Alejandro I, el temperamental zar de Rusia, aumentó la
tentación, porque cuando se le negó una parte de Polonia, amenazó: “¡Cuidado
con lo que hacen, o liberaré al monstruo!”
De
todos los diplomáticos presentes, solo Talleyrand, antiguo ministro de Asuntos
Exteriores de Napoleón, parecía tranquilo y despreocupado. Era como si supiera
algo que los demás ignoraban.
Pues
el monstruo escapó. A pesar de que los cañones de varios barcos de guerra
ingleses apuntaban a todos los puntos de salida de la isla, Napoleón escapó de
Elba el 26 de febrero de 1815. Un barco con novecientos hombres lo recogió a
plena luz de día. Los barcos ingleses lo siguieron pero no pudieron alcanzarlo.
A pesar de que hubiera sido más seguro abandonar Europa, Napoleón decidió ir a
Francia. Resolvió marchar hacia París.
Un
ejército dirigido por el mariscal Ney, enviado a detenerlo, desertó en masa y
se pasó al pequeño ejército de Napoleón. Por dondequiera que pasaba las
ciudades se rendían a sus pies. Francia enloqueció. Napoleón gobernó Francia de
nuevo. Esta se considera una de las hazañas más audaces de uno de los hombres
más intrépidos de la historia. Pero el país estaba en bancarrota y en junio de
ese mismo año, en la batalla de Waterloo, Napoleón fue derrotado
definitivamente.
Sus
enemigos lo exiliaron en la Isla de Santa Elena, frente a la costa occidental
de África.
Allí
no tenía la menor posibilidad de fugarse.
Satanás
es un monstruo que no se le escapará a Dios. Él lo pondrá fuera de combate para
siempre. Pídele a Dios que te dé la victoria sobre Satanás ante cualquier
situación que enfrentes.
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Por Félix Cortez
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