LA MUSICA Y SU VALOR MORAL
Anímense unos a otros con salmos, himnos y
canciones espirituales. Canten y alaben al Señor con el corazón (Efesios 5:19)
Lilianne
Doukhan, musicóloga de la Universidad Andrews, explica en qué sentido la música
nos afecta para bien o para mal: “El poder moral de la música no reside en la
música misma, sino donde la música se encuentra con la experiencia; es decir,
en un acontecimiento”.
La
música tiene ciertas características que la hacen un instrumento poderoso para
el bien o para el mal.
Intensificación.
La música intensifica aquellos actos en los que participamos, añade impacto
emocional a las experiencias y ayuda a grabarlas profundamente en la memoria.
Esto quiere decir que la música es como un amplificador que aumenta el valor
moral positivo o negativo de aquello en lo que participamos.
Embellecimiento.
La música embellece los acontecimientos, las palabras, las experiencias y las
acciones. Este es un asunto al que le prestamos poca atención pero es sumamente
importante. Por medio de una música sublime pueden embellecerse elementos
realmente malos. Ponte a pensar, las películas y las canciones populares a
menudo embellecen el adulterio, la desesperanza, la lujuria y otros crímenes.
Debido a que nuestra concepción del universo relaciona lo bueno y lo bello, la
música es uno de los instrumentos más poderosos que Satanás utiliza para
“legitimar” el pecado; es decir, para llamar a lo malo bueno. Por otro lado, la
música también puede embellecer lo bueno dándole poder.
Estimulación.
La música, especialmente el aspecto del ritmo, estimula a los oyentes a la
acción y los llena de energía.
Poder
de asociación. La música establece un vínculo entre el acontecimiento y el
ambiente en el que ocurre. De esta manera llegamos a asociar ciertas melodías
con ciertas experiencias, lugares y actos. Lo importante es que la música puede
traer a la memoria sucesos de cercanía con Dios o de experiencias pecaminosas;
de hecho, nos ayuda a volverlos a vivir.
Factor
social. La música facilita la interacción social. Es un poderoso catalizador
para la realización del bien, o el mal, en la comunidad.
En
resumen, aunque se pudiera argumentar que la música no tiene valor moral en sí
misma, debemos reconocer que es un poderoso portador de significado moral.
Entender esto es de vital importancia para nuestra vida espiritual. La
conclusión lógica es que debemos seleccionar cuidadosamente lo que escuchamos.
Recuerda que nuestra meta es tener una mente santificada que glorifique a Dios.
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