ANOSOGNOSIA - 1
Dices: “Soy rico; me he enriquecido
y no me hace falta nada”; pero no te das cuenta de que el infeliz y miserable,
el pobre, ciego y desnudo eres tú (Apocalipsis 3:17).
La señora Dodds empezaba a perder la paciencia. ¿Por qué insistían todos que su brazo izquierdo estaba paralizado cuando ella sabía que se encontraba perfectamente bien?
Dodds había sufrido una embolia dos semanas antes. Desde
entonces había permanecido en cama sin poder mover su lado izquierdo pero se
negaba firmemente a reconocer su situación -Señora Dodds, ¿por qué vino al
hospital?-preguntó el doctor.
-Bueno, tuve una embolia-contestó ella.
-¿Cómo lo sabe?-continuó el doctor.
-Me caí en el baño hace dos semanas y mi hija me trajo aquí.
Me hicieron radiografías y una tomografía del cerebro y me dijeron que tuve una
embolia -explicó la paciente.
-¿Puede usted caminar?-preguntó el doctor.
-Por supuesto que sí-contestó la señora Dodds, inmóvil desde
la cama.
-¿Puede levantar su mano izquierda?—insistió el médico.
-Por supuesto que sí -afirmó la señora Dodds.
-Toque mi nariz, por favor, con su mano izquierda -pidió el
médico.
-Muy bien -aceptó ella, mientras su mano permanecía
aparentemente sin vida a su lado.
-Señora Dodds, ¿está usted tocando mi nariz con su mano
izquierda?
-Claro que estoy tocando su nariz -respondió la enferma.
-¿Puede usted ver que su mano toca mi nariz? -insistió el
médico.
-Sí. Está a unos pocos centímetros de su nariz -insistió la
enferma.
Ella no estaba ciega ni estaba loca. Sufría de un caso grave
de “anosognosia”: negación de la enfermedad. Otros pacientes con casos menos
graves ofrecen excusas para explicar la falta de movimiento. “Hoy no tengo
ganas de mover el brazo, doctor”; ‘Tengo una grave en el
hombro”; pero no reconocen su situación.
La actitud de estas personas es sorprendente. No es que sean
positivas y vean el lado amable de las peores situaciones. Simplemente niegan
su situación desesperada. Muy poco se puede hacer por los enfermos de
anosognosia. Lo mismo ocurre con los cristianos laodicenses.
El primer requisito para recibir la ayuda de Dios es reconocer
que la necesitamos. El Señor no impone su ayuda sobre nadie. Desea que
reconozcamos nuestra situación y acudamos a él pidiendo que, por su gracia,
actúe con poder en nuestro favor.
¿Para qué seguir engañándote y creer que puedes resolver tus
problemas solo? ¡Necesitas ayuda! No olvides que los problemas no se resuelven
solos. Esta mañana Dios está a la puerta de tu corazón, ofreciéndote lo que
necesitas. ¿Se la abrirás?
.
Lecturas Devocionales para Jóvenes
2013
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Por Félix Cortez
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