domingo, 30 de junio de 2013

DERRAMARÉ MI ESPÍRITU SOBRE VUESTRAS HIJAS


Juana, esposa de Cuza, el administrador de Herodes; Susana y muchas más que lo ayudaban con sus propios recursos (Lucas 8:3).

Las mujeres siempre han tenido un papel importante en la obra de Dios. Y lo mismo ocurrió en el adventismo millerita. Lucy Mary Hersey, por ejemplo, se había convertido a la edad de dieciocho años y sintió que Dios la había llamado a predicar el evangelio.
En 1842 aceptó la doctrina millerita y acompañó a su padre en un viaje a Schenectady, Nueva York. Allí pidieron al padre que hablara de las bases de su fe. La gente se oponía tanto a la idea de que las mujeres predicaran, que el encargado pensó que era mejor que quien predicara fuera el padre. Pero, milagro de los milagros, el padre se quedó mudo de repente.
Después de un largo silencio el encargado presentó a Lucy, diciendo que era capaz de hablar sobre el tema. ¡Ojalá lo hubiera hecho antes! La respuesta de la gente fue tal, que pronto se mudaron a un local más amplio. Ese fue el principio de un ministerio fructífero que resultó en la conversión de varios hombres que llegarían a ser pastores adventistas.
Pero más éxito tuvo Olive Mary Rice. Convertida al millerismo en 1843, estaba convencida de que “el Señor quería que hiciera algo más que solo asistir a las reuniones de oración”.
Para el mes de marzo de 1843 el Señor había bendecido su ministerio con centenares de conversiones. Le escribió al editor Joshua V. Himes: “Constantemente, recibo invitaciones para predicar de cuatro o cinco lugares al mismo tiempo”.
Rice reconoció que muchos se oponían a su obra porque era una mujer, pero ella declaró que “no se atrevía a detenerse por la única razón de que soy mujer. Me siento justificada ante Dios y espero con gozo rendir cuentas ante él por dar la advertencia a mis prójimos”.
Elvira Fassett, por su parte, tuvo que afrontar la oposición de su esposo. Se le había enseñado que una mujer no tiene que hablar en público. Pero, por la presión de otros, acabó decidiéndose y encontró que Dios bendijo sus esfuerzos. Uno de sus conversos más importantes fue su esposo, quien fue testigo del impacto que produjo su predicación y comprendió la importancia de la profecía de Joel 2 de que en los últimos días Dios derramaría sus Espíritu sobre las mujeres jóvenes. Pronto los esposos Fassett formaron un equipo para predicar el evangelio.
Dios quiere utilizarnos a todos en la predicación del evangelio sin importar el color de la piel, el sexo, la nacionalidad o el idioma. ¿Estás dispuesto a involucrarte?.

Lecturas Devocionales para Jóvenes 2013
¿Sabías qué..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix Cortez

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