LAS COSAS NO TENDRÍAN QUE SER ASÍ
¿No es acaso el ayuno compartir tu pan con el hambriento y dar refugio a los pobres sin techo, vestir al desnudo y no dejar de lado a tus semejantes? (Isaías 58:7)
George
R. Knight cuenta la historia de Ana More. Gozaba de una excelente educación y
de un gran potencial para hacer una buena contribución en favor del adventismo.
Era
una ávida lectora y había aprendido de memoria el Nuevo Testamento. Tenía una
amplia experiencia como maestra, como administradora de escuelas y como
misionera a favor de los desplazados de las tribus Cherokee y Chactaw de
Oklahoma. También había sido misionera en África Occidental bajo la
administración de la American Missionary Association.
Pero
un día se encontró con el pastor S. N. Haskell que le entregó muchas
publicaciones adventistas, entre ellas, el libro de J. N. Andrews, Historyofthe
Sabbath [Historia del sábado].
Cuando
regresó a África, se convirtió al adventismo. Fue repudiada por su organización
misionera, por lo cual en la primavera de 1867, se dirigió hacia Battle Creek,
Michigan, esperando encontrar desahogo y trabajo entre sus hermanos
adventistas. Pero al llegar a Battle Creek, los White estaban de viaje y Hannah
no pudo encontrar ni trabajo ni un lugar donde quedarse.
Rechazada
por los adventistas, se fue a vivir con unos antiguos compañeros misioneros que
vivían al norte de Michigan. A pesar de la forma como los adventistas la habían
tratado, no abandonó su fe. Los White, comprendiendo la tragedia, establecieron
comunicación postal con ella, prometiendo alojarla en Battle Creek en
primavera. Pero tal reparación de la falta ya no se produciría. Ana More
enfermó en febrero y murió el 2 de marzo de 1868. Elena de White comento
después que “murió como un mártir del egoísmo y falta de compasión de los
creyentes observadores de los mandamientos” (Testimonios para la iglesia, 1.1,
p. 584).
Años
más tarde, cuando los adventistas trataban de iniciar su programa de misiones
extranjeras, Elena de White escribió en la Review and Herald: “¡Qué útil nos
habría sido Ana More para ayudarnos a alcanzar a otras naciones en este
momento. Su extenso conocimiento de los campos misioneros nos habría dado
acceso a quienes hablan otras lenguas, a los cuales ahora no nos podemos
acercar. Dios puso entre nosotros ese don para suplir una necesidad actual,
pero no supimos apreciarlo y nos lo arrebató”.
Observa
los rostros de las visitas los sábados. Saluda, invita, ayuda. Tu amor por las
personas es más importante que el conjunto de “doctrinas verdaderas”. La verdad
no se asienta en el intelecto, se encarna en las acciones.
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