HAMBRE DE JUSTICIA
Bienaventurados los que
tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Mateo 5:6.
El verdadero pan de vida se encuentra únicamente en Cristo. Los que no reconocen que los tesoros de rica gracia, el banquete celestial, han sido preparados a un costo infinito para satisfacer a los que tienen hambre y sed de justicia, no serán satisfechos...
“Jesús les dijo: Yo soy
el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre” (Juan 6:35)...
Quienes tienen hambre y
sed de justicia están llenos de un deseo anhelante de llegar a ser como Cristo
en carácter; de ser asimilados a su imagen; de mantener la senda del Señor y de
hacer justicia y juicio. Siempre debiéramos cultivar un deseo ferviente de la
justicia de Cristo. Ningún deseo temporal debiera atraer y separar la mente
hasta el grado de que no experimentemos esta hambre del alma por poseer los
atributos de Cristo... Cuando se encuentra en problemas y aflicciones, el alma
anhela el amor y el poder de Dios. Hay un deseo intenso de seguridad, de
esperanza, de fe, de confianza. Debemos buscar el perdón, la paz, la justicia
de Cristo... Toda alma que busca al Señor de todo corazón tiene hambre y sed de
justicia...
El hambre del alma será
satisfecha cuando nuestros corazones se vacíen del orgullo, la vanidad y el
egoísmo, porque entonces la fe se apropiará de las promesas de Dios y Cristo
suplirá el vacío y morará en el corazón. Habrá un nuevo canto en la boca, porque
la Palabra se cumplirá: “Os daré corazón nuevo” (Ezequiel 36:26). El testimonio
del creyente será: “Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia”
(Juan 1:16).
Sin Cristo, el hambre y
la sed del alma quedarían insatisfechas. La sensación de carencia, el ansia de
algo no temporal, no manchado de lo terrenal ni de lo común, nunca podría
aplacarse. La mente debe aferrarse de algo más elevado y puro que cualquier
cosa que pueda hallarse en este mundo...
Cristo fue crucificado
por el pecado del mundo, y después de su resurrección y ascensión todo el mundo
fue invitado a mirarlo a él y vivir. Se nos exige que miremos las cosas
invisibles, que mantengamos ante el ojo de la mente las imágenes más vívidas de
las realidades eternas, para que al contemplarlas seamos cambiados a la imagen
de Cristo –Signs of the Times, 3 de octubre de 1895.
Tomado de Meditaciones Matutinas para
adultos 2013
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
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