El
actor cómico Billy Crystal estaba filmando una película en Manhattan el día que
su hija Lindsay cumplía once años. La llamó a Los Ángeles y se disculpó por
estar tan ocupado con su trabajo, pero le prometió que recibiría muy pronto un
paquete. Lindsay quedó chasqueada, pero le agradeció por el paquete que iba a
recibir. Más tarde, ese mismo día, llegó un paquete muy extraño a la puerta de
la casa: una caja de cartón de unos dos metros de altura. Lindsay la abrió allí
mismo, y ¡su papá estaba dentro del paquete!
Él
había tomado un vuelo de Nueva York a Los Ángeles inmediatamente después de su
llamada telefónica. Lindsay abrazó repetidamente a su papá, diciendo:
“¡Pellízcame, pellízcame!”, porque le parecía como un sueño que su papá llegara
de forma tan sorprendente e inesperada. Billy Crystal le dio a su hija el
regalo más valioso que posiblemente podía concederle: él mismo.
El
cielo nos ha dado un regalo más valioso en Jesús: Él se dio por nosotros. Este
pensamiento llenó al apóstol Pablo de tanto gozo, que proclamó: “¡Gracias a
Dios por su don inefable!”
Por
su parte, Juan exclamó: “¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre!” (1 Juan
3:1).
Sí,
se trata de un regalo invaluable: “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino
que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente,
junto con él, todas las cosas?” (Rom. 8:32).
Cuando
el Padre dio a su Hijo, nos dio todo el paquete. Todas las bendiciones del
cielo son nuestras. Dios nos da perdón, poder, fuerza, sabiduría, provisiones
para las necesidades diarias, seguridad, afirmación, estima y muchas cosas más.
Todo esto revela el amoroso carácter de nuestro Señor. Las bendiciones del
cielo no tienen fin. Jesús provee todas las bondades de la vida. En él nada nos
falta. Cada momento en este mundo es un regalo de Dios.
Los
alimentos que comemos provienen de la abundancia del cielo. El amor y el afecto
que experimentamos en nuestras relaciones terrenales fluyen del corazón de Dios
a través de su Hijo. Podemos regocijarnos en el día de hoy porque todas las
bendiciones del cielo están envueltas en un paquete único: Jesús.
Esta
seguridad da al cristiano razones para vivir que a veces resultan difíciles de
comprender y explicar, dada su naturaleza celestial. Eso es lo que los capacita
para pasar, literalmente, por en medio del fuego.
Gracias,
Señor, por darnos a Jesús. Porque en él recibimos todas las bendiciones del
cielo.
Lecturas Devocionales para Jóvenes
2013
¿Sabías qué..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix Cortez
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