viernes, 4 de octubre de 2013

ALGO QUE HACER CON EL DOLOR


Dichoso el que tiene en ti su fortaleza, que solo piensa en recorrer tus sendas. Cuando pasa por el valle de las lágrimas lo convierte en región de manantiales (Salmo 84:5, 6).

En septiembre de 2010, Joni Eareckson Tada publicó su libro titulado A Place of Healing [Un lugar de sanación]. La pregunta fundamental que plantea es la siguiente: Si Dios quiere sanar a las personas, ¿por qué no siempre lo hace? Esta es una pregunta especialmente importante para Joni. Hace más de cuatro décadas, sufrió un accidente cuando se arrojó al agua en la bahía de Chesapeake. Quedó tetrapléjica, es decir, paralizada de las cuatro extremidades. Además, en años recientes ha sufrido un dolor crónico atroz. Por si esto fuera poco, le diagnosticaron cáncer de mama en el verano de 2010. En una entrevista con la revista Time después de la publicación del libro, Joni confesó que se ha encontrado a sí misma algunas veces pensando: “Señor, esto es demasiado como para soportarlo, ¿estás seguro de que sabes lo que haces?”

Es posible que tú también te hagas esta pregunta o te la hayas hecho en el pasado. Si no es así, es posible que te la plantees en el futuro, porque vivimos en un mundo de pecado donde el dolor nos alcanza a todos. Yo también me hice esta pregunta cuando mi hijo murió en mis brazos el 21 de julio de 2003.

No sé si Joni contestó finalmente la pregunta en su libro (salió a la venta una semana antes de que yo escribiera estos renglones, así que no lo tenía en mis manos). Sin embargo, temo que su pregunta solamente recibirá respuesta cuando se la hagamos personalmente a Dios en el cielo. Joni, sin embargo, hizo una revelación extraordinaria a Time. En ese momento explicó que si Dios la hubiera sanado milagrosamente cuando tenía 17 años, no habría podido ministrar a tantas personas inválidas o discapacitadas, ni habría sido un motor clave para la legislación en los Estados Unidos (que ha tenido impacto en diversos lugares del mundo) en favor de las personas con alguna discapacidad.

Tú y yo debemos hacer lo mismo. Hemos de pedir al Señor que extraiga algo de nuestro dolor. Algo que redunde en beneficio para otros. Hemos de evitar que nuestro sufrimiento sea estéril, sin sentido, que se desvanezca en la historia sin haber dejado huella. Eso es lo que Cristo hizo con su dolor. Lo utilizó para salvarnos. ¿Permitirás que Dios extraiga de tu sufrimiento algo bueno para ti y para los demás?.

 MEDITACIONES MATINALES JÓVENES 2013
¿SABÍAS QUE…?
Por: Félix H. Cortez

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