martes, 22 de octubre de 2013

SABIDURÍA, ¿PARA QUÉ?


La sabiduría es lo primero. ¡Adquiere sabiduría! Por sobre todas las cosas, adquiere discernimiento. Estima a la sabiduría, y ella te exaltará; abrázala, y ella te honrará; te pondrá en la cabeza una hermosa diadema; te obsequiará una bella corona. Proverbios 4:7-9

Muchas son las opciones académicas que actualmente se ofrecen para la adquisición de conocimientos en las diferentes ramas del saber. Las escuelas y las universidades abren sus puertas a todo tipo de intereses y preferencias personales. Los centros de estudios especializados ofrecen muy variadas opciones para todo tipo de persona: hombres, mujeres, jóvenes, adultos, trabajadores, desocupados…

Incluso en algunos lugares hay, para las personas de escasos recursos, instituciones educativas gratuitas que les permitirán obtener un adiestramiento válido y respetable. Es más, en algunos sectores de la población mundial existe una verdadera sed por acumular títulos y certificados.

Los eruditos y los especialistas abundan, lo cual es bueno. En un mundo tan especializado como el actual, necesitamos tantos profesionales técnicos como sea posible. Sin embargo, muchos no reconocen que es la sabiduría de Dios la que puede hacer volar un avión, o flotar una embarcación de miles de toneladas de peso. Hemos desarrollado una excesiva confianza en las capacidades y logros del propio ser humano. En la actualidad somos capaces de trasplantar órganos y prácticamente devolver la esperanza de vida a quien la creía perdida. ¡Es verdaderamente asombroso lo que se puede lograr! Pero existe otra sabiduría, y lamentablemente son pocos los que la procuran. Me refiero a la sabiduría de lo alto.

Es Dios quien nos enseña la ciencia de la vida, quien nos puede hacer personas productivas, felices y realizadas, así como llevarnos a disfrutar una experiencia espiritual y emocional profunda con él. Esa sabiduría no es conocida por la mayor parte de los seres humanos, quienes por ende no procuran adquirirla. Las consecuencias son evidentes dondequiera que vayamos.

Querida hermana, las que permanecemos en casa cuidando a la familia; las empleadas que buscan el sustento diario; las jovencitas que transitan por los pasillos de las universidades; todas hemos recibido un llamado de parte de Dios para adquirir la sabiduría del cielo. La misma nos enseña a vivir con dignidad y respeto. Nos muestra la senda de la rectitud y nos hace reconocer a Dios como el soberano del universo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado

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