jueves, 17 de octubre de 2013

CONTEMPLEMOS LAS COSAS QUE ESTÁN ARRIBA


No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta. 
Romanos 12:1-2

No amoldarse al mundo actual parece más bien un pedido un tanto complicado, ya que en gran medida los seres humanos somos el resultado del ambiente en el que nos desenvolvemos. Nuestra forma de vestir, de comer, de trabajar, de socializar, están permeadas por las condiciones del entorno en el que nos movemos.

En muchos aspectos de la vida, repetimos lo que hace la mayoría; llegamos a pensar que la fuerza de su opinión determina lo que es correcto o incorrecto. En muchos casos utilizamos ese parámetro para edificar un estilo de vida.

El apóstol Pablo, en su Epístola a los cristianos de Roma, les instó a no asumir las mismas formas del mundo. La mejor manera de lograrlo es mediante la renovación constante del carácter. Debemos considerar en manera continua y con insistencia, que nuestra vida en este planeta es pasajera y que, como peregrinos, vamos en camino a la patria celestial de la que somos ciudadanas. Pablo en determinado momento insistió sobre este tema: “Ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Colosenses 3:1-2).

Debemos pensar que, aunque nuestro entorno actual es terrenal, nuestro destino final es el cielo. Nuestro soberano Rey y Señor vendrá a buscar a sus hijas e hijos que le hayan sido fieles. Mientras eso sucede, vivamos en armonía con las virtudes cristianas, que nos harán aptas para la vida eterna.

Escribió la sierva del Señor: “El corazón de Dios suspira por sus hijos terrenales con un amor más fuerte que la muerte” (El camino a Cristo, cap. 2, p. 31). Ojalá nosotras podamos asimismo renovar diariamente un anhelo por lo santo y lo celestial.

Pidamos al Señor capacidad para ver con los ojos de la fe nuestro destino final, y seamos capaces de contagiar con dicho espíritu a nuestros hijos, esposos, hermanas y hermanos.

Hoy es un buen día para que vivamos la alegría anticipada que nos espera, la cual disfrutaremos por siempre en compañía de Dios y de todos los santos.


Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado

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