jueves, 12 de diciembre de 2013

LAS PISTAS DE BLUE

Portada Jovenes
La gente se asombraba de su enseñanza,
porque la impartía como quien tiene autoridad
y no como los maestros de la ley.
(Marcos 1:22).

El segundo componente vital de una epidemia es un germen altamente contagioso. Los virus tienen la misteriosa habilidad de mutar e innovar. Tienen la capacidad de recombinarse, es decir, pueden introducir su material genético en el ADN de organismos no relacionados con ellos. Es como si un día, una joven de cabello negro despertara con el cabello rojo después de haber trabajado durante un año en un cubículo contiguo al de una pelirroja.

Una de las grandes preocupaciones de las organizaciones sanitarias mundiales es que el virus H5N1, de la gripe aviar, mute en un virus que sea transferible entre seres humanos.

El índice de mortalidad sería del 75%. ¿Te imaginas? Podría pasar si el virus de la gripe aviar se encontrara con un virus de la gripe humana tipo A, por ejemplo, en el mismo ser humano.

Hay algunos científicos que piensan que esto sucederá inevitablemente.

¿Cómo podemos crear un virus del evangelio que sea efectivo? Hace tiempo, el canal estadounidense de televisión Nickelodeon decidió crear un programa que captara la atención de los niños y les enseñara a aprender, que reemplazara a Plaza Sésamo. El resultado fue Las pistas de Blue, que tuvo un éxito extraordinario. ¿Cómo lograron crearlo? Un proceso de investigación riguroso indicó que el programa tendría que tener las siguientes cuatro características. Primero, era preciso que la información fuera práctica, que el público pudiera saber cómo se aplicaba esa información a su vida personal. Segundo, la estructura del mensaje tenía que ser narrativa. A los seres humanos nos gustan las historias y las entendemos.

Tercero, era necesario que hubiera una oportunidad de participación, de manera que el público se involucrase, respondiera e interactuara con la historia. Finalmente, la repetición del mensaje era un requisito indispensable porque fija el mensaje en la mente.

Esa lista de cuatro factores es muy interesante. Siempre que hablemos a otros de Cristo tendríamos que evaluar si nuestra enseñanza se amolda a estos factores. ¿Es el nuestro un mensaje práctico, útil para la vida de quien escucha? ¿Tiene una estructura narrativa fácil de seguir y entender? ¿Ofrecemos oportunidades para que nuestro público participe, reaccione y se involucre en el mensaje, o solamente deseamos que nos escuche pacientemente?

¿Repetimos el mensaje para que se quede grabado en la mente?

Nuestro mensaje es inmutable. No puede ni debe cambiar. Sin embargo, nuestro modo de presentarlo debe sufrir una mutación que lo haga más contagioso para los que nos oyen. Debemos utilizar medios efectivos, envolverlo atractivamente y presentarlo con convicción.

Lecturas Devocionales para Jóvenes
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Por Félix Cortez

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