miércoles, 11 de diciembre de 2013

IDENTIFICA TU CAMPO DE BATALLA

Portada Mujeres
Yo soy meramente humano,
y estoy vendido como esclavo al pecado.
No entiendo lo que me pasa,
pues no hago lo que quiero,
sino lo que aborrezco.
Romanos 7:14-15

Ocultar los defectos personales es una tendencia generalizada de la sociedad moderna. De hecho, somos muchas personas las que culpamos a los demás por nuestras deficiencias. Pensamos que nuestra forma de actuar es mayormente el resultado de la herencia recibida de nuestros progenitores, o de las circunstancias en las que nos ha tocado nacer y crecer.

En realidad, todos tenemos defectos y, en lugar de ocultarlos detrás de “máscaras psicológicas”, deberíamos ponerlos al descubierto con el fin de trabajar con ellos para superarlos. Hay una realidad que no podemos ignorar, y es que los defectos nos acompañarán dondequiera que vayamos. Aunque intentemos tenerlos bajo control, basta con un leve detonante para que afloren y nos avasallen, poniendo así en evidencia lo que somos. El apóstol Pablo, consciente de eso, dijo: “No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco” (Romanos 7:15).

Si bien es cierto que hay aspectos de nuestra personalidad que nunca podremos cambiar totalmente, también es un hecho que mediante el poder de Dios se pueden transformar si los colocamos bajo la sujeción del Espíritu Santo.

El riesgo mayor que corremos con relación a nuestros defectos, es que nos acostumbremos a ellos y que lleguemos a considerarlos como posibles virtudes.

Cuando eso ocurre, podemos granjearnos la antipatía de los demás, pues con nuestra actitud mostramos que nos consideramos seres perfectos y que son ellos los que tienen problemas.
El mal humor, los arranques repentinos de ira, la falta de constancia, el orgullo, el egoísmo, el desorden, la impuntualidad, la irreverencia ante lo santo, la frialdad emocional; todos son aspectos negativos que podría abrigar cualquier persona.

Cuando el ser humano salió de las manos del Creador, no tenía defecto alguno.                             

Sin embargo, los hemos adquirido como consecuencia del pecado. Afortunadamente, Dios nos asegura que podremos volver a nuestro estado original con su ayuda y mediante esfuerzos bien definidos.

Amiga, hoy es un buen día para descubrir los aspectos a mejorar de tu personalidad, y luchar hasta que Dios te otorgue la victoria sobre ellos.

Meditaciones Matutinas para la mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado

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