lunes, 30 de diciembre de 2013

PREPARANDONOS PARA EL CIELO

Portada Desde el corazon
Y pusieron una mitra limpia sobre su cabeza,
y le vistieron las ropas.
Zacarías 3:5.

Al aproximarnos a los peligros de los últimos días, las tentaciones del enemigo se vuelvan más fuertes y más decididas. Satanás ha descendido con gran poder, sabiendo que su tiempo es corto; y está obrando “con todo engaño de iniquidad para los que se pierden” (2 Tesalonicenses 2:10). Mediante la Palabra de Dios nos llega el aviso de que, si fuera posible, engañaría a los mismos elegidos.

Sucesos extraordinarios han de ocurrir pronto en el mundo. El fin de todas las cosas está cercano. El tiempo de angustia está por llegar para el pueblo de Dios. Será entonces cuando se promulgará el decreto que prohíbe comprar o vender a quienes guardan el sábado del Señor, y cuando se los amenazará con castigos, y aun con la muerte, si no observan el primer día de la semana como día de reposo…

En el tiempo de angustia, Satanás excita a los malvados y estos rodean a los hijos de Dios para destruirlos. Pero no sabe que en los libros del cielo se ha escrito la palabra “perdón” frente a sus nombres. Tampoco sabe que se ha dado esta orden: “Quitadle esas vestiduras viles… Pongan mitra limpia sobre su cabeza, y vístanlo con ropas nuevas”…

Aunque hablamos de la necesidad de separarnos del pecado, recuerde que Cristo vino a nuestro mundo a salvar a los pecadores, y que él “puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios” (Hebreos 7:25). Es nuestro privilegio creer que su sangre es capaz de limpiarnos de toda mancha y suciedad de pecado. No debemos limitar el poder del Santo de Israel. El desea que vengamos a él tal como somos, pecaminosos y contaminados. Su sangre es eficaz. Le suplico que no entristezca a su Espíritu al continuar en el pecado. Si usted cae en tentación, no se desanime. Esta promesa resuena hasta nuestros tiempos: “Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1). Creo que los labios de los mortales debieran entonar un canto continuo de acción de gracias por esta sola promesa. Reunamos estas preciosas joyas de promesas, y cuando Satanás nos acuse por nuestra gran pecaminosidad y nos tiente a dudar del poder de Dios para salvar, repitamos las palabras de Cristo: “Al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37) - Review and Herald, 19 de noviembre de 1908; parcialmente en En los lugares celestiales, p. 344.
  
Meditaciones Matutinas para adultos
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White

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