Lugar:
Washington, EE. UU.
Palabra de Dios: Gálatas 2:20
Tomás
Johnson fue un asesino y ladrón. Luego de años de evadir a la policía,
finalmente lo atraparon y lo enviaron a prisión. Pero, su conducta no mejoró en
lo absoluto. Atacaba a los guardias y a los otros prisioneros, y mantenía
orgullosamente su reputación de ser uno de los hombres más malos del país.
Allí
fue donde lo conoció Frank Novak, en la prisión de la ciudad de Seattle.
-Yo
también estuve en prisión -le dijo a Tomás-, pero Dios cambió mi vida. Luego de
recuperar mi libertad, no tenía deseos de volver a mis viejos caminos. Quería
contar a otros lo que Dios había hecho por mí. Por eso vine aquí, para decirte
que Dios te ama y quiere salvarte.
-Usted
no me conoce -le respondió Tomás-. Soy una persona terrible.
Pero,
siguió escuchando mientras Frank le contaba la historia del ladrón en la cruz y
de cómo Jesús lo salvó.
Luego
de varias visitas, Tomás aceptó a Jesús en su corazón. “Gracias por salvarme”,
oró una y otra vez. Pronto, todos comenzaron a ver una notable diferencia en su
vida. Las autoridades, eventualmente, lo transfirieron a la prisión estatal de
Minnesota, donde iba a cumplir con su condena a prisión perpetua. En lugar de
ser el aterrador que había sido, llegó a ser un prisionero leal (y confiable).
Incluso le permitieron enseñar una clase bíblica semanal.
Sí,
Dios puede cambiar vidas. Y eso es lo que el Señor quiere hacer por ti y por
mí. Quizá no seamos criminales empedernidos como Tomás, pero igualmente
necesitamos de una transformación mayor.
¿Por
qué no invitas a Jesús a que viva en tu vida hoy?
“He
sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí.
Lo
que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó
y dio su vida por mí”.
Lecturas Devocionales para Menores 2013
En algún del Mundo
Por Helen Lee Robinson